Por Víctor Suárez
Publicado junio 15, 2008
Ella era delgada como el amanecer, frágil y fuerte a la vez, mano abierta era su ser, alma de hombre y de mujer. Nació antes que la era fuera, sin pan y sin abrigo, condenada al vil destino de no ser, de no saber. Trabajando la tierra se le fue la vida, sabía que de ningún lado el pan llegaría, más que de la fuerza de sus brazos, de su cansancio y el arado.
Trujillista por obligación concebible, los tres golpes siempre visibles cuando al mercado salía y a mi casa venía a echarnos con orgullo, la bendición con apego y arrullo, las pocas veces que salir solía.
Todos le decíamos mamá, era la partera del pueblo, nunca pudo parir, pero a todos nos trajo a la vida con su mano campesina, nos entregó el primer suspiro con una palmada en los glúteos y nos rezó una fausta oración al entregarnos a la vida, por eso era obligatorio pedirle la bendición y llamarle mamá.
Mientras hubo Balaguer reformista fue, cada vez que votar debía, rojo votó, creyó que algún día la reforma llegaría, pero esta nunca llegó. Más como su conciencia era portátil, de la esperanza sé nutria, la vi votar un día por el partido morao, porque Balaguer la mando.
Otra vez la espera por los cambios ofrecidos. Ellos harán los caminos y bajarán la comida, oí que le decía un día a Pedro, el hijo adoptivo, quien hacía lo que mamá decía sin contrariar su pedido.
Un día llegué de viaje a mi pueblito querido, eran las elecciones, y la quise convencer de que no volviera a cometer el error de toda una vida, no vote mamá, para que votar por esos partidos que no te toman en cuenta, que saben hallar tu puerta cuando quieren tu voto, aquí llegan en carro grande, ofreciéndote mil cambios, que mejoraran el campo, cambios que nunca llegan.
Un día la encontré de pie en una fila, seca como una anguila quemada al sol, muerta de hambre y de sed, votando por el P.R.D.
Otra vez mamá Juanica te has dejado engañar, cuantas veces te lo he dicho, que ellos nada van a cambiar.
Tú, que tanto nos curaste, con tus raíces salvajes y tus botellas medicinales, no te has podido curar, del engaño y la mentira de los políticos farsantes.
La fiebre no está en la sabana mamá, es en el enfermo que está, es el sistema que no sirve, hay que dejarlo que se muera, hay que removerlo todo, para así poder cambiar y que este pobre pueblo deje ya de sufrir.
Ayer supe que mamá Juanica se encontraba muy enferma, grave, que está casi muriendo, pasaron ochenta años, totalmente desprotegida, creyendo que así era la vida, en definitiva engañada, quien se habrá apropiado de lo que a ella le tocaba, a donde la llevarán, si a sus ochenta aún no hay en su comunidad un hospital, que medicina tendrá, la comadrona del pueblo, la que mañana morirá sin haber tenido ninguna oportunidad para ser, para aprender, para saber.