Ucrania, Escalada de la Cuarta Guerra Mundial. Claves sueltas para entender las Guerras entre Occidente y el Mundo.
Pelegrín Castillo Semán.
El virus ideológico de una globalización bajo el poder hegemónico de EEUU se manifestó con fuerza en la 1ra Guerra del Golfo en 1991, y luego en las guerras de los Balcanes de finales del siglo XX, en particular, en Kosovo… Los motivos de esas guerras fueron o parecieron ser legítimos. También se expresó auspiciando el ingreso-en las mejores condiciones-, a la Organización Mundial del Comercio (OMC), de “sus nuevos mejores amigos”, los chinos, precisamente en el año 2001. ¡Pero ese año también marcaría otra tendencia..! Los atentados terroristas del 9 de Septiembre darían inicio a una guerra global asimétrica que llevaría a EEUU y la OTAN a Afganistán-el cementerio de los Imperios-, y luego, a provocar una guerra con falsa bandera en Irak en el 2003, que derrumbó el prestigio exterior de EEUU…evento que terminó finalmente favoreciendo a Irán, la potencia regional enemiga…Recordemos que en ese entonces, Rusia y Francia, trabajaron juntas, antes de esa invasión, para levantar las sanciones a Irak, en el Consejo de Seguridad de la ONU, lo que iba a representar, fuera de toda duda, un triunfo político histórico para el dictador Saddam Hussein y partido Baaz. Después se vería que detrás de la pugna diplomática de las potencias solo estaba la lucha por el control del petróleo iraquí.
En el 2005, los líderes de izquierda que dominaban en el continente americano, rechazaron aliarse a EEUU para la constitución de una Zona de Libre Comercio para las Américas (ALCA) , lo que enviaba la señal de que la gran potencia del norte perdía respeto e incidencia en su zona de influencia tradicional, que, en otro aspecto, empezó desde entonces a abrirle las puertas de par en par a sus rivales extracontinentales, porque el discurso de la globalización lo hacía posible, y porque así se reforzarían aún más las tendencias autocráticas y populistas en el Continente. Pero Estados Unidos demostró que el avance del fenómeno del Socialismo del Siglo XXI le importaba poco, como se verificó en el 2015, con el restablecimiento de relaciones de la administración Obama con el régimen dictatorial cubano, para “una iniciar una larga transición a lo vietnamita”, despreciando las luchas de la disidencia y el exilio cubanos y dejando sin efecto sus políticas de cinco decenios.
La crisis de las hipotecas subprime en EEUU, a partir del 2008-una crisis de sobreconsumo-amenazo toda la economía global con una debacle sin precedentes. Para restaurar el prestigio perdido en Irak, superar la fuerte recesión en curso y retomar el liderazgo de la globalización, se precisaba una figura cosmopolita, exótica, seductora, carismática: Barack Hussein Obama. Sin embargo, el virus ideológico del globalismo imperialista, le acompañaba: Barack Hussein Obama, investido, sin mayores méritos, con el Premio Nobel de la Paz, e inspirado en el modelo de las revoluciones de colores en Europa, estimularía la Primavera Árabe para “traer democracia, derechos humanos y mercados libres”, pero el resultado final fue una gran desestabilización de toda la región, así como generar una profunda desconfianza en sus aliados históricos, en especial, en Israel, Arabia Saudita y Egipto. El presidente Trump trato de mitigar y revertir años después los efectos de ese desastre, y en gran modo, lo alcanzó con el pacto de Abraham en el 2019, y con la denuncia del pacto nuclear con Irán concertado alegremente por su predecesor.
A su vez, la desestabilización en curso del Sahel, el Magreb y Oriente Próximo , con sus impactos de refugiados en éxodos enormes, desbordados, dramáticos, así como su incapacidad de actuar en forma coordinada, ha estado en el origen de las crisis de Europa y de Occidente. Sencillamente, al proyectar decadencia y desunión, al negar incluso sus valores fundacionales y raíces cristianas, al tener una fuerte tendencia al compromiso “a cualquier precio”-que es una de las debilidades propias de la cultura política de las sociedades abiertas-, una Europa cansada, desgarrada por la historia y la geopolítica, que vive, además, un siniestro invierno demográfico, estimularía las tendencias al desafío y la agresión de las otras potencias. Asimismo, empezaría a experimentar una amplia gama de reacciones de resistencia cultural-que tan certeramente describió Octavio Paz en Tiempos Nublados, como “la revuelta de los particularísimos”-que harían naufragar sus proyectados sueños de un multiculturalismo más abarcador. Este sería rematado finalmente por los golpes dramáticos de numerosos ataques terroristas y la deriva islamista experimentada por Turquía con el ascenso al poder de Recep Tayyip Erdogan.
Recordemos que la crisis financiera del 2008 se pudo superar mediante los compromisos del G20 en Washington y Londres, en el 2009 y 2010, respectivamente, y que el apoyo chino y asiático- con sus altas tasas de ahorro-, fueron clave para evitar una catástrofe global mayúscula. Pero ese salvataje de emergencia de la economía norteamericana y global, convencerían a China, Rusia e Irán, en el 2014, que debían pasar a la ofensiva, y retar y poner fin a la hegemonía de EEUU y sus aliados que parecían estar fuera de control. Previamente, China, Rusia, Brasil, India y Sudáfrica intentaron, luego de la enorme crisis financiera global del 2008, crear una organización con capacidad de alterar el balance de poder mundial, los BRICS, que, sin embargo, se debilitó y contuvo ante la reacción de EEUU y sus aliados, con la revolución energética que representó el franking para la extracción de hidrocarburos y el lawfare o guerra jurídica, de la lucha contra la corrupción, precedidos de aparentes filtraciones de archivos secretos como los Panamá Pappers. Desde siempre, el gran error de las elites globalistas fue creer que una China próspera y moderna, integrada al esquema fabuloso de Chimerica- término acuñado por el brillante historiador británico Naill Ferguson, para referirse a la compleja y arriesgada relación entre China y EEUU-, aunque estuviera regida férreamente por el Partido Comunista, terminaría por ser una sociedad abierta, democrática y plural, inspirada por valores occidentales, adaptados a la cultura oriental. Quizás algo parecido a Taiwán y Hong Kong, o tal vez, a Singapur. O bien, que el antiguo Imperio del Centro, permanecería pasivamente jugando el rol de fábrica del mundo, rechazando la tentación por largo tiempo, con paciencia estratégica, de ejercer hegemonía sobre el mundo. Obama en sus memorias Una Tierra Prometida, relató la pobre impresión que le causó la delegación china en la cumbre del G20 en Londres, después de recocer que “China era la única potencia que podía acabar con la preeminencia global estadounidense”: Al ver la actuación de la delegación china apuntó: “… me sentí convencido de que ese reto aún estaba a décadas de distancia, y que si eso ocurría, lo más probable es que fuera consecuencia de errores estratégicos de Estados Unidos” Más adelante agrego: “ Aún así los chinos no tenían prisa de hacerse con las riendas del poder mundial, le parecía que era un quebradero de cabezas innecesario”. Craso error. No contaba con el giro radical que el nuevo líder Xi Jing Ping le daría a la política exterior china a partir del 2013, con su visión “de la proyección global para la seguridad nacional”, dentro de la línea de pensamiento del PCCH que lleva su nombre.
Nueva Guerra Mundial, Híbrida, de 4ta Generación. Sus Objetivos Reales.
El imperialismo de las elites globalistas, hoy está desafiado más que nunca, por un nacionalismo de grandes potencias o de potencias medianas: en EEUU, Europa, China, Rusia, India, Brasil, Irán, Turquía y Sudáfrica. Es en ese contexto que estamos sufriendo los efectos de la 4ta Guerra Mundial, de 4ta Generación. Para algunos está singular y compleja guerra empezó propiamente en el 2014, con las acciones de China y Rusia en ambos extremos de Euroasia; el General McMaster, considerado el mejor pensador militar estadounidense habla del 2017 como fecha de inicio, con motivo de la pugna comercial entre EEUU y China y las nuevas estrategias de guerra- la Técnica de la Negación de Acceso- de la emergente potencia mundial en el Mar Meridional y Oriental, de cara a dominar la primera cadena de isla, a su ambiciosa expansión hacia el Indicó-Pacífico. Mac Masters también recalca en un artículo del 2020 en la revista The Atlantic, que los chinos saben que tienen “una estrecha ventana de oportunidad” para cambiar el balance de poder mundial, que se ensanchó con la pandemia. Sobre este particular, ha quedado claro que si la Pandemia del COVID-19 en Wuhan, China, fue provocada por un accidente, sin dudas, se manipuló con Animus Belli, y asimismo, se desplegó la agresiva diplomacia de vacunas, enfocada en demostrar la superioridad de los sistemas, redes y valores chinos.
Actualmente, son cuatro los objetivos perseguidos por EEUU en la guerra de Ucrania que comenzará con “la operación especial” rusa del 24 de Febrero : Primero, romper los estrechos vínculos energéticos, de Alemania y Europa con Rusia, que aunque datan de la guerra fría, se habían profundizado con las urgencias de la transición verde, y extendido también al campo financiero y tecnológico; Segundo, poner un Stop a la Franja y la Ruta de la Seda hacia Europa, que a la vez presiona sobre las “fronteras interiores” de China, para que desista de su proyectada expansión marítima hacia el dominio del Indo- Pacífico; Tercero, intentar reconstruir las degradadas relaciones de la Comunidad Noratlántica y la OTAN, incluido, el compromiso con un mayor gasto militar; y finalmente, un cuarto y más peligroso objetivo, precipitar la caída de Putin con la expectativa de volver a una Era Yeltsin 2.0, es decir, de una Rusia con liderazgo débil, dúctil, apocado, y dominada por nuevos y viejos oligarcas. La fragmentación balcánica de Rusia, sería el escenario ideal, sobre todo en un momento donde crecen las posibilidades de que en un futuro, con motivo del cambio climático, las rutas de navegación y los recursos energéticos y mineros de la región ártica sean una verdadera nueva frontera de la aventura humana. Los rusos propusieron la apertura de esa ruta marítima septentrional, a partir del 2030, como una alternativa más eficiente y segura que el canal de Suez, y una flota poderosos rompehielos rusos, está acelerando el proceso.
En estas circunstancias, resulta obvio, el mundo está atrapado entre dos corrientes totalitarias. Una tradicional, que invade naciones vecinas invocando viejos títulos históricos, razones de Estado de carácter geopolítico, reparto de áreas de influencia, o como resultado de las intensas competencias de rutas de gasoductos y oleoductos…y otra, que está dispuesta a matar criaturas hasta días antes de nacer como “un derecho humano universal”… para destruir la familia natural, controlar y reducir el tamaño de las poblaciones del planeta y dar paso a la utopía deshumanizante del trans humanismo. Con los recientes fallos de la CSJ de EEUU sobre el aborto y otros temas que interesan a la integridad demográfica de las naciones, está visión tenebrosa ha sufrido un varapalo, que solo ha agudizado la intensa guerra cultural que sacude a la potencia mayor del planeta.
En la crisis financiera del 2008, el prestigioso economista norteamericano Joseph Stiglitz planteo formalmente, en Informe a la Asamblea General de ONU, lo que sería el embrión de gobierno mundial, pero la realidad de las naciones poderosas y su lógica de expansión y dominio, o de aseguramiento de zonas de influencias, se impuso y frustró esa ilusoria propuesta, que, por demás, no tenía posibilidades de abrirse paso, porque el orden global nunca podrá sostenerse contra las naciones. El Orden Mundial hoy se está redefiniendo otra vez: Biden está releyendo entusiasmado al Fukuyama original, que revivió proclamado “la vuelta de la libertad”, aunque justo es reconocer que el famoso ideólogo liberal admitió en un artículo reciente en Foreign Affairs que “la libertad no sobrevivirá sin la nación”. Biden también avanzó su díktat: que el Nuevo Orden Mundial lo volverá a liderar EEUU, y dictaminó incluso que “Putin no puede seguir al frente de Rusia”. La realidad, es preciso repetirlo, es que el mundo en crisis está atrapado por dos grandes contradicciones: las geopolíticas que enfrentan a China, Rusia e Irán con Occidente, dentro de un pulso histórico, que tiene mucho de ajuste de cuentas; y las ideologías y culturales que a escala planetaria, oponen el Imperialismo Globalista con las naciones, civilizaciones y creencias religiosas, descalificadas como atavismos a superar .
Ahora, esas confrontaciones se expresan notoriamente en Ucrania como teatro de guerra, pero también en forma silente, arreciando el genocidio abortista, que lleva al Occidente y otras regiones del mundo, al “invierno demográfico”, que demógrafos como Pierre Channu, describen como un “suicidio” o “implosión” demográfica . Al final, todo se reduce a la lucha de las potencias mayores y las elites globales por la hegemonía mundial: unas como Rusia, Irán, India…quieren un reparto del mundo con áreas de influencias; y otras, como el Imperialismo Globalista de Occidente y la China Capicomunista, aspiran a un solo orden planetario bajo su égida, sustentado por una ideología totalitaria, para recrear la condición humana, sin contar con Dios o en abierta rebelión contra El. En pocas palabras, la humanidad en guerra contra sí misma, en una apuesta suicida sobre la superioridad de la ciencia y la tecnología, en los umbrales de la 4ta Revolución Industrial.
El presidente Donald Trump realizó durante su mandato un enorme esfuerzo por replegar a los EEUU, en forma ordenada y sin traicionar aliados, de su gravoso e insostenible rol de gendarme del mundo, para volver al aislacionismo primigenio que recomendaron las doctrinas Washington y Monroe. Él y sus asesores estaban convencidos que esa expansión interminable, jalonada de guerras cada vez más complicadas y onerosas, era la causante de muchos de los problemas de América, y que sólo favorecían a las elites globales y sus utopías alucinadas. Las guerras con cañones y misiles son una tragedia inmensa, expresión ominosa de la Cultura de la Muerte, pero también es verdad que existen manifestaciones más siniestras, en la que la humanidad destruye sus esencias: el Aborto consagrado como derecho humano-lo que acaba de disponer tanto la Corte Constitucional de Colombia como la Asamblea Constitucional de Chile-, o la proclamación del Trans Mark Levine como Mujer del Año en los EEUU, o peor aún, la nueva línea LGTBI de Disney World. Para la mayoría de las naciones del mundo, estos ejercicios de imperialismo cultural de las élites globales, solo hacen reforzar la convicción de que la hegemonía de esas fuerzas radicales que aspiran a contralor y reducir la poblaciones del mundo y recrear la condición humana a voluntad, desde una despiadada visión eugenésica, constituyen el más grave peligro para el destino del planeta, considerando que las tecnologías desarrolladas técnicamente lo permiten.
Pero la deriva alocada del mundo no se detiene: Ucrania cada vez más parece una show caliente de armamentos de última generación, en el que los complejos industriales militares de todas las potencias, muestran sus últimas innovaciones bélicas, y los pedidos para renovar los arsenales no cesan. No obstante, las grandes preguntasbsoncruciales son: ¿cuántas de esas armas novedosas irán a parar a manos de grupos terroristas?, ¿cuánto aumentara el riesgo del uso de armas de destrucción masivas (WMD) por parte de grupos no estatales o de estado canalla o frágiles ? ¿Cómo se activaran los conflictos en otras regiones remotas? ¿ Que significan la denuncias reiteradas sobre “la existencia de laboratorios de alta seguridad para la experimentación con patógenos mortíferos”? ¿Son amenazas veladas, vertientes de guerras sicológicas o de baja intensidad ? Sobre este respecto, y como nota curiosa a destacar, Corea del Norte, aliado histórico de Rusia y China, realizó pruebas de sus misiles de mayor alcance, justo cuando se reunían los líderes del G7, solo para que dichos líderes no olvidaran que no hay actor que pueda ser subestimado.
Rusia, China e Irán a la carga, tras un Nuevo Orden Mundial. Las crisis existenciales de Occidente.
El mayor problema que planteaban China y Rusia en el 2014, es que sus acciones expansivas están basadas en la reivindicación de títulos históricos de cientos de años de antigüedad, así como en la flagrante violación a principios elementales del derecho internacional vigente, como la intangibilidad de las fronteras. Putin y la Federación Rusa ya no reconocen incluso decisiones de los jerarcas soviéticos, y eso potencialmente, pone en jaque a toda la región comprendida dentro de los límites de lo que fue el Imperio del Zar Nicolas ll, mientras que Xi Jingping desafía a todos sus vecinos del litoral del Mar Meridional con su política de los 9 Trazos, así como a Japón en el Mar Oriental.
Robert Kaplan, En La Venganza de la Geografía, sostiene que Rusia, al tener el mayor territorio del planeta, con un clima hostil, demográfica endeble, economía modesta, larga historia de vecinos invasores, desarrolló “un agudo sentimiento nacional de inseguridad”…”una paranoia defensiva”. El 18 de Marzo de 2014, el Presidente de la Federación Rusa pronunció un discurso, considerado como el más importante de su vida, cuyos ecos llegan al presente y que confirma esta valoración sobre la actitud de Rusia. En ese discurso Putin sentencio: “La política de contención contra Rusia, que se aplicó de manera continuada durante los siglos XVIII, XIX y XX, sigue aplicándose hoy. Han tratado de arrinconarnos, porque mantenemos una posición independiente, porque la defendemos, porque llamamos las cosas por su nombre, y nos dejamos de hipocresía. Pero todo tiene un límite. Y en lo que concierne a Ucrania, nuestros colegas occidentales han cruzado la línea roja. Se han comportado en forma burda, irresponsable y no profesional”
Recordemos que en el 2001, Vladimir Putin le había propuesto un pacto a EEUU para luchar contra el enemigo común: la radicalización del Islam, y su espíritu yihadista, que estaba y está en combate, además, con India, Europa, África, Australia, China…Dicha propuesta se correspondía con la visión de Putin de relanzar a Rusia como la abanderada de los valores cristianos, que en gran modo han sido abandonados por Occidente. Pero con ese pacto no era posible mantener ni relanzar la estructura militar de la OTAN, que precisa un enemigo “tremebundo” y con capacidades “apocalípticas”. Otro episodio importante que contribuyó a debilitar la OTAN fue el intento de golpe de Estado al Presidente Erdogan en el 2016, que no fue condenado por la Unión Europea y los EEUU, y que másbien recibió su aliento, según denunciará el propio Erdogan, que promueve, por otra parte, sin disimulo, un renacimiento de gran potencia para una Turquía que se aleja del Kemalismo. Ese intento de golpe marcaría un giro de Turquía- que cuenta con el segundo ejército de la OTAN-, hacia el Este: se estrecharon las relaciones con Rusia, que contribuyó a frustrar el movimiento golpista, así como con la Organización de Cooperación de Shanghai. También se evidenció su alejamiento definitivo de la opción de integración a la Unión Europea.
A la vez, la Unión Europea venia debilitándose por sus contradicciones: se expandió hacia el Este por razones históricas, luego de la caída de URSS, incorporando muchos países que no estaban maduros para una integración económica, y mucho menos, monetaria; y careciendo de una estructura de defensa propia y fuerte en torno a un eje militar franco-alemán. En virtud del principio de Riker, después del Tratado de Maastricht, era previsible que Europa perdiera cohesión, ya que no era posible a la vez profundizar los niveles de integración y ampliar el número de miembros. La señal más clara de los problemas europeos para ser un actor fundamental en la escena internacional, como potencia al margen de la tutela militar de EEUU, fue el sorpresivo Brexit en el 2015, de un Reino Unido que parece querer volver a su política histórica, de siglos, de jugar al “equilibrio continental”, ahora reforzado por los EEUU. El principio cardinal de esa política es impedir que ninguna nación europea o alianzas de las mismas domine en el continente, mediante un sofisticado juego de alianzas cambiantes.
Los intereses, coyunturas y procesos se encadenan y marcan el rumbo….
Sin embargo, existen varios factores o contingencias inmediatas que precipitaron la presente Guerra de Ucrania: crisis política sin precedentes en EEUU, con la toma del poder por los demócratas en elecciones controvertidas, con un liderato con fuertes vínculos con Ucrania; salida (aparentemente) catastrófica de Afganistán por parte de OTAN; inminente entrada en servicio del Nord Stream2, que profundizaría la alianza energética ruso germana; amenazas crecientes a Taiwán por parte de una China expansiva, que ya había decidido desconocer el estatuto de Hong Kong, en nombre de la seguridad nacional; surgimiento del Aukuscomo embrión de una OTAN del Pacífico, sustituto del Quadpropuesto en el 2014 por el Primer Ministro nipón SinzoAbe, asesinado hace unos días. Concurrieron, además, otros factores no menos importantes: pérdida de fuerza en las elecciones municipales por parte de Rusia Unida, el partido de Putin, en Sept 2021; fuertes movimientos de protestas en Bielorrusia contra el Presidente Lukassenko, que a su vez, manifestó hace algunos años algunos inquietantes de desacuerdos con sus hermanos mayores, los rusos; fallida insurrección-sorpresiva y violenta-, seguida de una sangrienta purga en Kazakstan, la nación más importante de Asia Central, de mayoría musulmana; cambio de poder en Alemania, liderada ahora por liberales, socialdemócratas y verdes; intensas pugnas ideológicas en la Unión Europea entre Bruselas y el Visegrado, en particular, con Polonia y Hungría; manipulación hostil de grandes flujos de refugiados de Afganistán e Irak, por parte de Rusia y Bielorrusia hacia las fronteras orientales de Europa; Biden y los demócratas en picada en términos de popularidad, a la vez que erráticos, contradictorios, proyectando, además, una mengua preocupante en la capacidad de comprender los límites de su accionar como los riesgos de escalamiento hacia la conflagración nuclear. Para muestra un botón: el envío de una misión de alto nivel a la Venezuela de Maduro, el mayor aliado de China, Rusia e Irán, responsable de la crisis humanitaria más severa del continente, para arribar a pactos inconfesables.
En los EEUU, hace años que ha venido dándose un debate fundamental: para Trump y muchos Republicanos, inspirados en la visión de Kissinger, Rusia no es el enemigo estratégico real…Una buena estrategia de diplomacia triangular aconsejaba mantenerla lejos de China, que sí es la gran potencia retadora…enemiga astuta, paciente, sibilina, totalitaria, con sabiduría milenaria. Ese enfoque de Kissinger hacía también un llamado a Occidente a no repetir con Rusia “el error de Versalles”, que fue la humillación de Alemania vencida. Lo mismo advirtieron dos grandes figuras de la política exterior norteamericana en relación a Rusia: George Kennan y William J. Burns. El arquitecto de la política de contención en la Guerra Fría sentenció con claridad meridiana: “expandir la OTAN sería el error más fatídico de la política estadounidense en toda la era posterior a la Guerra Fría”, mientras que Burns, Embajador estadounidense en Moscú, escribió que la decisión de incluir a Polonia, República Checa y Hungría fue «prematura en el mejor de los casos e innecesariamente provocadora en el peor». Más aún, en junio de 1997, 50 expertos en política exterior norteamericanos suscribieron una misiva publica al Presidente Clinton en la que sostenían: «Creemos que el actual esfuerzo liderado por Estados Unidos para expandir la OTAN… es un error político de proporciones históricas» que «perturbará la estabilidad europea». En realidad, para los Demócratas, la China Capicomunista es a la vez una formidable competidora y socia estratégica, no la potencia enemiga, mientras que el “enemigo acérrimo fue, es y será Rusia” que, además, tiene los más vastos, diversos y codiciados recursos del planeta y la posición estratégica más ventajosa sobre lo que se conoce como “el corazón de Euroasia”.
En atención a todo lo anterior, no hay que sorprenderse de que los pactos internacionales se hayan venido desconociendo unos tras otros: el acuerdo de Budapest de 1994; el espíritu de los Acuerdos de la OTAN con el liderazgo ruso en 1998; y finalmente, los acuerdos de Minks, en el formato de Normandía, para superar la crisis en el Donbas. Pero lo cierto es que lo sucedido en Ucrania en el 2014, con la anexión de Crimea y la secesión del Donbas, y lo acontecido ahora, estaba prefigurado en las acciones bélicas contra Georgia durante el 2008, en Ossetia del Sur y Abjacia, pero sobre todo, lo imponía la necesidad de superar la situación de estancamiento en que había quedado el este de Ucrania tras los levantamientos separatistas y los reconocimientos hechos por el Duma rusa a las declaraciones de las Repúblicas de Donest y Lughans. Solo era cuestión de oportunidad…En Ucrania, incluso, resulta evidente que Putin no ha procedido con la ferocidad con que actuó en Chechenia, porque su plan original era que la antigua Rus de Kiev pasará a ser parte esencial de la Asociación Económica de Estados Eurasiáticos, junto con Bielorrusia y Kazakstan; o que en todo caso, quedará como un Estado tapón, una versión de lo que fuera Finlandia en la guerra fría bajo el liderazgo del Presidente Urho Kekkonen. También, la acción en Ucrania en el 2014 guardaba estrecha relación con la resolución con que Putin trataba de apuntalar a dos aliados valiosos: Bashar al-Assad y Muamar Gadafi, para así bloquear o capturar dos vías alternativas de aprovisionamiento de gas y petróleo a Europa. Recordemos que en Siria, además, de asegurar la salida de la flota rusa del Mar Negro al Mediterráneo, el interés ruso se relaciona con impedir el programando paso del gasoducto catarí hacia Europa, mientras que la íntima relación de Putin con Berlusconi y Gadafi, y de la ENI y Gasprom, apuntaban a dejar fuera los intereses de Francia y Reino Unido en Libia y el Magreb. Ese juego de poder geopolítico en Libia, en el que luego se involucraría también Turquía, le costaría la vida a Gaddaffy y el poder a Berlusconi.
Asia para los Asiáticos. Organización de Cooperación de Shanghai
¿Le conviene a China Comunista que EEUU, liderando la OTAN, convierta a Ucrania en un desastre militar para la Rusia de Putin, esto es, una versión actualizada de lo que fue el Vietnam Ruso en Afganistán? Xi Jingping hará todo lo que esté a su alcance, aún sea por medios indirectos, para evitar ese escenario; y lo mismo hará Irán, y muchas otras naciones y grupos hostiles a Occidente; y también los aliados históricos de Rusia como la India. Se percibe, incluso, en el presente, que la visión implícita, fundadora de la Organización de Cooperación de Shanghai-Asia para los asiáticos, que no se asume como tal por los recuerdos negativos que genera ese lema, que fue el enarbolado por el Imperialismo Japones al implantar su Esfera de Coprosperidad- , ha penetrado y arraigado en la gran mayoría de los países asiáticos, a pesar de los profundas contradicciones entre Rusia y China, India y China, Pakistán e India. Y del potencial de unificación o desestabilización de Asia Central… La otra opción es difícil de imaginar: que China juegue la carta de abandonar Rusia a su suerte, traicionar todos sus acuerdos de cooperación, y luego participé con Occidente en un reparto de sus inmensos recursos.
“El hombre hace la historia pero pocas veces sabe la historia que hace”, advirtió con toda razón Raymond Aron, para explicar cómo las decisiones de los grandes líderes muchas veces provocan efectos muy distintos a los procurados, cómo la marcha de los asuntos internacionales con frecuencia da giros inesperados, impensables, irónicos; o bien, cómo eventos que pertenecen al ámbito de la intrahistoria, de las relaciones interpersonales, de amor y desamor, de venalidad o generosidad, terminan por impactar en el curso de los acontecimientos de maneras insospechadas.
Algunos ejemplos históricos son muy elocuentes. Veámoslo: cuando Hitler atacó la URSS, lo hizo con el secreto designio de convencer a Inglaterra de que no podría ganar la guerra, y que derrotada la potencia comunista, los EEUU no se sumaría al conflicto en su apoyo. Según el importante historiador norteamericano John Luckacs una de las razones por la que Hitler atacó a la URSS era por la insistencia de Stalin de intervenir en el reparto de zonas de Europa que no entraron en el pacto Ribbentrop-Molotov y sus protocolos secretos, como Besarabia en Rumania y Bulgaria. Incluso, según Luckacs los soviéticos llegaron a proponer a los nazis un reparto imperialista de Eurasia y de África. Cuando EEUU decreto el embargo petrolero a Japón, por su ocupación de las colonias europeas en Asia-ricas en petróleo y caucho-, para así poder continuar su guerra imperialista en China, al parecer no calculo que Japón respondería con un contraataque militar; o tal vez, lo sabía, lo necesitaba y lo esperaba. Fueron sanciones económicas extremas, como el corte del suministro de hidrocarburos a una nación totalmente dependiente de las importaciones, las que decidieron el ataque de Pearl Harbor. El derecho internacional positivo ha terminado por considerar causa de guerra, las sanciones o bloqueos económicos dentro de ciertas circunstancias.
La historia es la gran maestra: la guerra del Peloponeso entre Esparta y Atenas fue detonada por la fragilidad del sistema de alianzas y las pugnas que determinaron el cambio de bando de ciertas ciudades aliadas. De esta forma se verificó lo que actualmente se conoce como la famosa Trampa de Tucídides, formulación teórica de Graham Allison, de la Universidad de Harvard, que explica cómo en la mayoría de los casos, cuando aparece una potencia o grupos de potencias retadoras, que quieren cambiar un orden internacional hegemonizado por otra potencia- porque lo consideran injusto o inaceptable-, la probabilidad de guerra resulta muy alta. El alineamiento con Europa de una Ucrania controlada por poderosos oligarcas y sistemas corruptos, debió ser algo difícil de imaginar y asumir tanto por los occidentales como por los rusos, aunque por motivos diferentes. Sin embargo, fue el contexto global de guerra híbrida de cuarta generación, el que hizo posible la escalada hacia la guerra en Europa que estamos presenciando.
El peso de la geopolítica y la historia. Imperios y naciones en lucha incesante.
Los factores geopolíticos e históricos inciden considerablemente en las relaciones internacionales, y muchas veces, son decisivos en el inicio de las guerras. La región llamada Intermaris en Europa es la extensa planicie que conecta el Mar Báltico con el Mar Negro, que son importantes salidas al mar de la inmensa Rusia. Sus otras salidas como potencia continental son mas difíciles: tan precarias como la del Mar Blanco y el Mar de Barents, en el Ártico; y tan remotas como Vladivostok y Port Arthur en el remoto Oriente, este último lugar fue el escenario donde Rusia perdió la guerra con Japón en 1905. Por tanto, no fue por casualidad que la URSS lanzara en 1947 una ofensiva para apoderarse con revoluciones comunistas de Grecia y Turquía; y que en violación a los acuerdos de Yalta y Postdam, resistiera retirarse de Irán, lo que hizo solo después de dar nacimiento a las Repúblicas de Azerbaiyán y Mahabad o del Kurdistán, estado este último que duraría poco, dejando al pueblo kurdo sin expresión estatal. Con el primer movimiento en Grecia y Turquía, la URSS querían apuntalar su salida al Mediterráneo, mientras que con el segundo, ponían la mirada hacia el dominio del Cáucaso y el Mar Caspio, así como a en una potencial salida al Golfo Pérsico. Con esos pulsos geopolíticos se iniciaría la Guerra Fría.
Nadie discute que Ucrania está en el origen remoto de civilización ruso eslava, como la Rus de Kiev. Sin embargo, por siglos también fue una línea de fractura- conforme la define Samuel Huntington en Choque de Civilizaciones-, con las potencias europeas vecinas. Después de un periodo de predominio de cultura Cosaca en el este de Ucrania, Polonia y Austria/Hungría influirían poderosamente, particularmente, en su zona occidental. Pero algunos hechos tremendos fueron determinantes para que esa escisión cultural se profundizará: el más señalado fue el exterminio de más de 8 millones de agricultores ucranianos (Kulaks), por el hambre causada por la colectivización forzada comunista (Holodomor), dispuesta por Stalin a principio de la década de los treintas, que produjo un resentimiento profundo y perdurable, así como debates y negaciones que perduran hasta el presente. También, es un hecho innegable que ese ominoso esquema, respondía a una política general de profundizar la “rusificación” de Ucrania, que veníaejecutándose con más sutileza desde los tiempos de Catalina la Grande, pero aun así con efectos limitados. Así se comprueba cuando la Rada de Kievs, en 1917, le enviaba un mensaje de advertencia al gobierno provisional en Petrogrado, que explicaba las limitaciones de ese dualismo estructural y cultural: “Las gentes que vive en las ciudades de Ucrania ven las calles rusificadas de estas ciudades… y olvidan completamente que estas ciudades no son más que islotes en el mar del pueblo ucraniano”. Trosky, fundador del Ejército Rojo, nacido en Odessa, describiría el problema de fondo: “la burguesía era relativamente aún más débil. Una de las causas de la inestabilidad social de la burguesía rusa en su conjunto era, cómo se recordará, que su sector más poderoso se componía de extranjeros que ni siquiera vivían en Rusia. En la periferia… la burguesía del país, del interior, pertenecía a una nación diferente de la masa principal del pueblo”
Recordemos también que Ucrania había demostrado la afirmación de su carácter nacional, al inicio de la revolución, cuando negociaron los tratados de paz de Bresk-Livtok con las Potencias Centrales o Austro-Alemanas, por su cuenta y con su propia delegación. El nacionalismo estaba vivo y desafiante, buscando realizarse, y los bolcheviques en ese momento solo buscaban sumar fuerzas para la revolución mundial, cuyo primer estadio sería el nacimiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Vladimir Lenin, que había sido acusado por años de querer desmembrar el imperio ruso, apoyando “el derecho de todas las naciones a separarse del imperio de los zares”, explica de esta forma la manera de retener a los ucranianos: “Si los ucranianos ven que tenemos una república Soviética, no se separaran; pero si tenemos una república Miliukok, se separarán”
Cómo puede verse, con esas tendencias subyacentes, no resulto extraño que una parte importante de la población de Ucrania apoyara en 1941 la invasión nazi y que fueran sus aliados militantes. Luego, tras el derrumbe soviético, esa área al oeste del Nieper, ha mirado cada vez más hacia Europa que hacia Rusia. Vale destacar, además, la lista de prominentes líderes de la revolución y del estado soviético: Zinóviev, Trotsky, Jruschev, Brezhnev, Chernenko, Gorbachev, que eran ucranianos o tenían vínculos estrechos con Ucrania. En cierta forma, puede decirse que el liderazgo de la URSS compensaría a Ucrania – que algunos como Putin han considerado como “una invención soviética” -, dándole más espacios, recursos e infraestructuras, independientemente de sus excepcional dotación de recursos naturales, contando con las tierras más feraces del mundo. Por ejemplo, la estratégica Crimea, que tanta sangre costó al imperio ruso y que resulta vital para la salida de su flota del Mar Negro al Mediterráneo, paso a Ucrania por decisión de Nikita Jruschev en 1954, sin columbrar los conflictos que podía generar en el futuro. Samuel Huntington reseña que está decisión del líder soviético, se interpretó como “una muestra de reconocimiento” a la decisión histórica del líder del levantamiento de los cosacos contra el dominio de Polonia, Bohdan Khmelnytsky en 1654, de jurar lealtad al Zar de Rusia.
A pesar de eso, al caer la URSS, Ucrania fue una de las naciones históricas, que demostró que el georgiano de Stalin y los comunistas se equivocaron al declarar superada “la cuestión nacional”, disuelta a su juicio dentro del inmenso espacio de “la ciudadanía soviética”, asociada a la utopía comunista del “hombre nuevo”. Stalin, fungiendo como teórico de la cuestión nacional, sostenía que la eliminación de la opresión burguesa traería la difuminación de las diferencias nacionales. Sin embargo, al consolidar su poder totalitario, Stalin empezó a valorar de otro modo la importancia de la nación, frenando y combatiendo los desvaríos trotskistas de la “revolución permanente”, para dar paso a un nacionalismo de gran potencia, fundado en la tesis del “socialismo en un solo país”-, que sería calificado a la postre por los comunistas chinos como “socialimperialismo” soviético.
Más aún, propiamente en el ocaso de la URSS, en Ucrania se verificó un acontecimiento histórico que contribuyó de manera poderosa a los cambios que terminaron por precipitar su derrumbe incruento, según refiere el mismo Gorbachev en sus memorias: el accidente nuclear en la planta Vladimir Lenin, en Chernóbil, en la madrugada del 26 de Abril de 1986, “fue un antes y un después”, que lo convenció sobre la inevitabilidad de los cambios que representaban la Perestroika y la Glásnost. Ucrania lideró junto con los bálticos la desintegración de la URSS, cuando el 1 de Diciembre de 1991 el 90 % de los Ucranianos apoyaron en referéndum la separación, seguido de la decisión que tomaron el 8 de Diciembre Rusia, Ucrania y Bielorrusia de disolver la URSS para dar nacimiento a la Comunidad de Estados Independientes.
Las Guerras y las Armas de Destrucción Masiva.
Desde la Primera Guerra Mundial, y aún antes, la dinámica de la historia mundial en los últimos dos siglos de la edad moderna, ha estado profundamente marcada por la lucha de los imperios contra las naciones, o de estas contra las potencias con vocación imperial, a la vez que entre todas las potencias imperiales o imperialistas entre sí. Todas estas han ido cayendo, desapareciendo, renaciendo o surgiendo con cada conflicto. Una guerra ha llevado a otra, y se han encadenado incesantemente, a veces, de manera sorprendente. La Primera Guerra condujo a la Segunda, la Segunda Guerra a la Guerra Fría, que propiamente fue la Tercera-solo que en el formato de innumerables guerras proxis-, ya que la guerra frontal de las potencias aseguraba su destrucción mutua y probablemente una extinción masiva de la especie humana, o un retroceso de siglos en términos de civilización. Sería en el marco de la Guerra Fría donde se gestaría la visión de la Guerra Híbrida, de cuarta generación, mucho más sofisticada y compleja. Esta última puede tan ser quirúrgica como la precisión de un misil, o tan elusiva como resulta un virus cibernético o biológico. Tan impredecible o imperceptible, como cuando se ataca y detonan desde dentro, sobre todo, “los factores de cohesión social y las estructuras cognitivas de las naciones”. No hay un área tan distante, que no pueda ser escenario de guerra, ni existe un medio de no pueda emplearse como arma letal. Cómo explica WilllianLindt, el mayor teórico de la guerra híbrida: “la globalización y las redes hacen muy difusas las fronteras entre la paz y la guerra, lo civil y lo militar, el orden y el caos…el enemigo ya no era tan fácil de ubicar y eliminar, y además, está altamente motivado, no respeta convenciones y sabe innovar con los medios de ataques…las operaciones sicológicas pueden convertirse en el arma operativa y estratégica dominante y puede tener la forma de intervención informativa o mediática”
Pero en cualquier caso, como siempre, será la estrategia y la voluntad de luchar la que dominarán al final. Razón teníaJean Guitton, el eminente filósofo y teólogo francés, cuando afirmó que: “Del mismo modo que a la Metafísica es la forma más alta del pensamiento, a la Estrategia corresponde el mismo lugar en el dominio de la Acción”. Así las cosas, debemos tomar conciencia más que nunca acerca de los riesgos y posibilidades para la humanidad, dentro de este periodo oscuro y volátil, de ira e irracionalidad creciente, de un nihilismo encrespado de proyección universal. Edgar Morin, fundador de la escuela de Pensamiento Complejo, advirtió en el 2008, que la humanidad en fase de una globalización descontrolada, desquiciada y desquiciante, nos puede conducir “o al abismo o a una transformación profunda”.
La Guerra Fría empezó entre los aliados que ganaron la Segunda Guerra, y que se dejaron dominar por la visión ideológica de que sus sistemas respectivos conducirían inevitablemente a una nueva guerra, cuando el espíritu de Riga predominó sobre el espíritu de Yalta. Por ejemplo, Winston Churchill, que en los acuerdos de Hide Park en 1944, había procurado construir un monopolio de las armas nucleares anglo norteamericano, era partidario de que se emplearan esas mortíferas “ aleaciones tubulares”-nombre clave de las armas atómicas-, para destruir el comunismo y la URSS, al concluir la Segunda Guerra. Cambio de postura cuando los Soviéticos llevaron a cabo su primera prueba nuclear en 1949. Después que la guerra civil llevara al poder en China, contra todos los pronósticos, “a los comunistas de margarina”, como los calificaba Stalin, sobrevino la guerra de Corea. En la génesis de ambos eventos, EEUU cometió graves errores, que solo aventajaron a sus rivales. El eminente sinólogo Jhon Kings Fairbanks lo explico en los siguientes términos: “ El epitafio de la política norteamericana en China en los años cuarenta debería empezar señalando la profunda ignorancia de los estadounidenses con respecto a la situación china”. En relación al inicio del conflicto coreano Henry Kissinger refiere: “ Washington había declarado que ( Corea) se encontraba fuera del perímetro de defensa norteamericano y del que todas las fuerzas norteamericanas se habían retirado el año anterior”
La guerra de Corea fue tan caliente tras la agresión de Corea del Norte a Corea del Sur, que terminó por involucrar a los chinos y el armamento ruso, incluida su aviación. Al mismo tiempo, la intervención china redimensionó pronto el escenario del conflicto, cuando la Séptima Flota debió proteger también a Formosa(Taiwán) de una invasión comunista. En un momento de la lucha en Corea, cuando las tropas norteamericanas y sus aliados fueron acorralados en el extremo sureste de la península, al mando militar norteamericano-al frente del cual estaba el legendario general Mac Arthur-, se llegó a considerar el empleo de armas nucleares ante la posibilidad de que sus tropas sufrieran una derrota con armas convencionales y por la superioridad numérica de sus adversarios. El Presidente Truman, tras algunas vacilaciones, reforzó esa posición sobre el eventual empleo del arma nuclear, no así el plan de su agresivo y desafiante general, de atacar el territorio y las infraestructuras chinas, que fue lo que terminaría por provocar la ruptura y la destitución de este héroe de guerra, que tenía pésima opinión sobre los políticos de Washington. Los aliados de EEUU en la coalición de la ONU, contribuyeron también a frenar la escalada nuclear de la guerra. Ya Estados Unidos había empleado dos bombas atómicas, frente a un Japón virtualmente vencido, para no tener que pagar un enorme precio en vidas estadounidenses, ocupando sus territorios en combates encarnizados isla por isla. Las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki convencieron al liderazgo japonés sobre la inutilidad de seguir resistiendo. Y aunque todavía se discute, el uso de la bomba atómica, envío también a los soviéticos el mensaje de que no podían aspirar a participar en la ocupación y reparto de Japón y Manchuria. La URSS solo pudo ocupar las Islas Sajalin y Kuriles, que en la actualidad vuelven a ser ocasión de tensiones crecientes entre rusos y nipones. Los territorios chinos que estaban bajo dominio japonés, y que Stalin aspiraba retener en virtud de los pactos de los vencedores, debieron entregarse a una China gobernada por Mao, sobre todo, porque Lenin ya los había devuelto oficialmente en un tratado de 1924. No olvidemos, tampoco, que Japón y Rusia, que se habían enfrentado en 1905, con victoria para el Imperio del Sol Naciente, habían firmado un tratado de no agresión en 1941. Fue en víspera de la terminación de la guerra, cuando Rusia entra en la contienda en su lejano oriente contra Japón. Ese acuerdo ruso-japonés tenía el propósito de evitar tener que luchar en dos frentes-algo que tenía antecedentes en la Gran Guerra-, pero que, sobre todo, se decidió después que Alemania concertara el pacto de no agresión Ribentropp-Molotov, sin cuidarse de informar a sus aliados japoneses. Sobre este particular, el historiador Lukacs destaca la importancia de este acuerdo estratégico: “ La de mayor calado fue que Japón no entraría en guerra con Rusia en 1941, algo a lo que Hitler no concedería importancia hasta mucho más adelante”. Otra hubiera sido la historia, si Hitler hubiese asumido el plan que llegó a formular Stalin: que Euroasia y África quedarán repartida entre Alemania, Italia, Rusia y Japón. Pero más incidió el enfoque ideológico nazi, centrado en la superioridad racial de ciertos pueblos, y la secreta esperanza de Hitler de sumar a Inglaterra a su causa, que el cálculo geopolítico de gran potencia, al que se había hecho tan afectó el gran “Caudillo Caucásico y Zar Campesino”, que fuera Iosif Stalin. Alemania sería derrotada al luchar en dos frentes, contra los Angloamericanos y los Soviéticos, que luego la ocuparían y la dividirían por todo el periodo de la Guerra Fría.
Durante la Guerra de Vietnam, en principio, los norteamericanos no consideraron el empleo de armas nucleares, pero el Secretario de Estado Dean Rusk dejó claramente establecido que en el supuesto de que China se involucrara, como hiciera en Corea, con tropas en respaldo de Hanói, “no podemos desangrarnos enfrentándonos a ellos con armas convencionales…un gran ataque chino también conllevaría el uso de armas nucleares”
Ya en plena Guerra Fría, en el año de 1969, aconteció un conflicto poco estudiado, que, sin embargo, cambió el curso de la historia del mundo: estuvo al punto de desencadenarse un masivo y fulminante ataque nuclear ruso contra China, su rival ideológico en el campo socialista, después de sangrientos choques fronterizos en las riberas del Río Ussuri. Es el presidente norteamericano, Richard Nixon, quien disuade al Kremlin de lanzar el ataque, -por temor a la desestabilización que provocaría en toda Asia-, lo que serviría para que se inaugurara una etapa interesante de diplomacia triangular entre las potencias mayores, que contribuyó a terminar en la forma menos traumática la Guerra Fría. Sobre este respecto, también es importante recordar que en la crisis del estrecho de Formosa de 1958, Mao Zedong desplegó una astuta estrategia centrada en el objetivo de provocar un conflicto nuclear entre los norteamericanos y los rusos, aunque a China le costará cientos de millones de muertos. En esa ocasión, Jruschev es quien se apartará de la irresponsable estrategia china, que, por demás, no era más que la puesta en práctica de la política de Wei Yuan de “enfrentar a los bárbaros con los bárbaros”. Los aliados de las potencias nucleares empeñados en combates desesperados, pueden incitar a la profundización de los conflictos, importándole poco que se pueda escalar a conflictos nucleares: a veces los llamados dramáticos del Presidente Zelenky a sus aliados informales de la OTAN, evocan la postura de Fidel Castro de reclamarle a Nikita Jruschev que lazara, en el punto más álgido de la crisis de los misiles, en Octubre de 1962, un ataque nuclear preventivo contra los EEUU, para salvar la revolución socialista mundial.
En el presente, en torno al conflicto de Rusia y Ucrania planea en el ambiente la inquietante pregunta: estará Rusia dispuesta a emplear sus armas atómicas en caso de que la resistencia ucraniana se prolongue y amenace con una guerra de desgaste, o que por la estrategia de la OTAN, de hacerle pagar el precio más alto a la Federación Rusa, se incorporen armas más poderosas, reforzando y enconando la resistencia ucraniana. Putin y algunos de sus colaboradores más cercanos, como Lavrov, Shoigú y Mevedev, ya han advertido que no se descartan las opciones nucleares, o el empleo de armas hipersónicas, aunque también han probado retaliar con las armas económicas que han probado ser muy efectivas. Por eso es importante que nunca olvidemos las reflexiones que hizo el pensador Jean Guitton sobre las claves de la disuasión nuclear, ante la Escuela Superior de Guerra de Francia: “Para que haya una verdadera disuasión es necesario que haya una probabilidad cierta. Y eso implica que el que amenaza ha de tener no solamente poder efectivo, sino también la intención real de llevar su amenaza a la práctica. El arte superior en materia bélica en cualquier época ha consistido en evitar la guerra limitándose a amenazar. El terror previo debía bastar. Pero para que este terror pudiese actuar sin pruebas, tenía al menos que parecer creíble. Y para que pareciese creíble, tenía al menos que existir. Esa es la paradoja de cualquier terror. Y por eso los terrores se convierten en terribles y las guerras estallan sin jamás ser deseadas” Como la ciencia y tecnología han perfeccionado el armamento nuclear, para ser aplicado en un nivel táctico, bien acotado, eso solo hace más probable su empleo puntual.
El choque de civilizaciones…
Finalmente, tampoco, debe olvidarse que desde la perspectiva de la Rusia de Putin y los Silovikis- que son el equivalente del Estado Profundo ruso-, en la lucha de Ucrania está implicada una cuestión existencial, que interesa a la razón de ser de esa nación en la historia universal, que ya en 1830 Alexis de Tocqueville había anticipado que junto a los Estados Unidos estaba destinada a regir los destinos del mundo, aunque basada en principios de poder y relaciones sociales divergentes. Desde el liderazgo de EEUU hay una tendencia a estigmatizar al régimen ruso como lo más parecido a una mafia depravada. Obama en sus memorias describió a Mevedev como “el hombre de paja de Putin”, quien a su juicio era “el líder de lo que se parecía más a un sindicato criminal, cuyos tentáculos abarcan hasta el último aspecto de la economía”. Pero esas expresiones solo expresan la banalidad con que viene manejándose la política exterior norteamericana y occidental. El que estudie la obra En la Cabeza de Putin de investigador y filósofo ruso Michel Eltchaninoff, podrá confirmar que bajo liderazgo de ese ex coronel de la KGB, se ha venido armando un proyecto de largo aliento que es, a la vez, la continuidad de los imperios rusos precedentes- Rus de Kiev y Nogorov, Moscovia, los Romanov y el Imperio Soviético-. Para ello se realiza una amplia y versátil formulación ideológica, filosófica y teórica sobre la alta misión de Rusia en Europa, Eurasia y el mundo , a partir de una conveniente mezcla de varios elementos y exponentes dispares. Esa formulación incluye elementos muy diversos en función de los escenarios y los intereses: en primer término, el sustrato soviético en el que se formaron la mayoría de los actuales dirigentes, cuidándose de no pretender restaurar el socialismo; también se incluye la visión de Ivan Ilym, sobre el “renacimiento del Mundo Ruso” y el retorno de la diáspora, donde este combina hegelianismo, militarismo y nacionalismo imperial ruso; un rol esencial en la visión de Putin lo asume además la exaltación de la religión Cristiano Ortodoxa-recordando que Moscú se funda en el siglo XV, como la Tercera Roma, llamada a suplir el vacío que dejará la caída de Constantinopla-, influida por la alianza con el Patriarcado de Moscú y el pensamiento de Berdiev, lo que a su vez conduce a una fuerte afirmación del conservadurismo social, un esfuerzo auténtico de superar sus serias debilidades demográficas y el rechazo militante de las expresiones de decadencia de Occidente y sus élites globalistas. A este respecto, se destacan el pensamiento de sus autores preferidos en la visión eslavófila Solzhenitsyn y Danilevski, entre otros muchos. Y desde luego, no podía faltar la doctrina del Eurasianismo, a partir de la visión original del Presidente Kazajo Nursultan Nazarbayev, y de su mejor teórico Lev Gumilev, enriquecida por influyentes ideólogos del presente como Alexander Duguin. En Ucrania, que nadie tenga dudas, se está realizando-ahora por la fuerza de las armas-, el proyecto de Novorossia, que vendría a ser el Quinto Imperio, lo que conduce inevitablemente a un formidable Choque de Civilizaciones, siendo Rusia una nación donde la cultura militar está compenetrada profundamente con el ser nacional, hecho que queda ilustrado con las celebraciones especialmente devotas del Día de la Victoria. Esa contradicción de civilizaciones queda bien plasmada en las palabras de Putin en el 2013 en el Club de Debates Valdai: “ Sin ninguna duda, Ucrania es un estado independiente…pero no olvidemos que el estado ruso actual hunde sus raíces en el Dnieper. La Rusia Kievita está en el origen del inmenso estado Ruso. Poseemos una tradición común, una mentalidad común, una historia común, una cultura común. Nuestras lenguas están muy próximas. En esa sentido, quisiera repetirlo una vez más, somos un solo pueblo”. ¿Sera el Dnieper la nueva frontera de una Ucrania escindida- como lo fue Alemania durante la Guerra Fría-, a la vez que reflejo de un mundo dividido en dos Grandes Bloques, que luchan por la Hegemonía?
Ucrania, Escalada de la Cuarta Guerra Mundial. Claves sueltas para entender las Guerras entre Occidente y el Mundo.
Pelegrín Castillo Semán.
El virus ideológico de una globalización bajo el poder hegemónico de EEUU se manifestó con fuerza en la 1ra Guerra del Golfo en 1991, y luego en las guerras de los Balcanes de finales del siglo XX, en particular, en Kosovo… Los motivos de esas guerras fueron o parecieron ser legítimos. También se expresó auspiciando el ingreso-en las mejores condiciones-, a la Organización Mundial del Comercio (OMC), de “sus nuevos mejores amigos”, los chinos, precisamente en el año 2001. ¡Pero ese año también marcaría otra tendencia..! Los atentados terroristas del 9 de Septiembre darían inicio a una guerra global asimétrica que llevaría a EEUU y la OTAN a Afganistán-el cementerio de los Imperios-, y luego, a provocar una guerra con falsa bandera en Irak en el 2003, que derrumbó el prestigio exterior de EEUU…evento que terminó finalmente favoreciendo a Irán, la potencia regional enemiga…Recordemos que en ese entonces, Rusia y Francia, trabajaron juntas, antes de esa invasión, para levantar las sanciones a Irak, en el Consejo de Seguridad de la ONU, lo que iba a representar, fuera de toda duda, un triunfo político histórico para el dictador Saddam Hussein y partido Baaz. Después se vería que detrás de la pugna diplomática de las potencias solo estaba la lucha por el control del petróleo iraquí.
En el 2005, los líderes de izquierda que dominaban en el continente americano, rechazaron aliarse a EEUU para la constitución de una Zona de Libre Comercio para las Américas (ALCA) , lo que enviaba la señal de que la gran potencia del norte perdía respeto e incidencia en su zona de influencia tradicional, que, en otro aspecto, empezó desde entonces a abrirle las puertas de par en par a sus rivales extracontinentales, porque el discurso de la globalización lo hacía posible, y porque así se reforzarían aún más las tendencias autocráticas y populistas en el Continente. Pero Estados Unidos demostró que el avance del fenómeno del Socialismo del Siglo XXI le importaba poco, como se verificó en el 2015, con el restablecimiento de relaciones de la administración Obama con el régimen dictatorial cubano, para “una iniciar una larga transición a lo vietnamita”, despreciando las luchas de la disidencia y el exilio cubanos y dejando sin efecto sus políticas de cinco decenios.
La crisis de las hipotecas subprime en EEUU, a partir del 2008-una crisis de sobreconsumo-amenazo toda la economía global con una debacle sin precedentes. Para restaurar el prestigio perdido en Irak, superar la fuerte recesión en curso y retomar el liderazgo de la globalización, se precisaba una figura cosmopolita, exótica, seductora, carismática: Barack Hussein Obama. Sin embargo, el virus ideológico del globalismo imperialista, le acompañaba: Barack Hussein Obama, investido, sin mayores méritos, con el Premio Nobel de la Paz, e inspirado en el modelo de las revoluciones de colores en Europa, estimularía la Primavera Árabe para “traer democracia, derechos humanos y mercados libres”, pero el resultado final fue una gran desestabilización de toda la región, así como generar una profunda desconfianza en sus aliados históricos, en especial, en Israel, Arabia Saudita y Egipto. El presidente Trump trato de mitigar y revertir años después los efectos de ese desastre, y en gran modo, lo alcanzó con el pacto de Abraham en el 2019, y con la denuncia del pacto nuclear con Irán concertado alegremente por su predecesor.
A su vez, la desestabilización en curso del Sahel, el Magreb y Oriente Próximo , con sus impactos de refugiados en éxodos enormes, desbordados, dramáticos, así como su incapacidad de actuar en forma coordinada, ha estado en el origen de las crisis de Europa y de Occidente. Sencillamente, al proyectar decadencia y desunión, al negar incluso sus valores fundacionales y raíces cristianas, al tener una fuerte tendencia al compromiso “a cualquier precio”-que es una de las debilidades propias de la cultura política de las sociedades abiertas-, una Europa cansada, desgarrada por la historia y la geopolítica, que vive, además, un siniestro invierno demográfico, estimularía las tendencias al desafío y la agresión de las otras potencias. Asimismo, empezaría a experimentar una amplia gama de reacciones de resistencia cultural-que tan certeramente describió Octavio Paz en Tiempos Nublados, como “la revuelta de los particularísimos”-que harían naufragar sus proyectados sueños de un multiculturalismo más abarcador. Este sería rematado finalmente por los golpes dramáticos de numerosos ataques terroristas y la deriva islamista experimentada por Turquía con el ascenso al poder de Recep Tayyip Erdogan.
Recordemos que la crisis financiera del 2008 se pudo superar mediante los compromisos del G20 en Washington y Londres, en el 2009 y 2010, respectivamente, y que el apoyo chino y asiático- con sus altas tasas de ahorro-, fueron clave para evitar una catástrofe global mayúscula. Pero ese salvataje de emergencia de la economía norteamericana y global, convencerían a China, Rusia e Irán, en el 2014, que debían pasar a la ofensiva, y retar y poner fin a la hegemonía de EEUU y sus aliados que parecían estar fuera de control. Previamente, China, Rusia, Brasil, India y Sudáfrica intentaron, luego de la enorme crisis financiera global del 2008, crear una organización con capacidad de alterar el balance de poder mundial, los BRICS, que, sin embargo, se debilitó y contuvo ante la reacción de EEUU y sus aliados, con la revolución energética que representó el franking para la extracción de hidrocarburos y el lawfare o guerra jurídica, de la lucha contra la corrupción, precedidos de aparentes filtraciones de archivos secretos como los Panamá Pappers. Desde siempre, el gran error de las elites globalistas fue creer que una China próspera y moderna, integrada al esquema fabuloso de Chimerica- término acuñado por el brillante historiador británico Naill Ferguson, para referirse a la compleja y arriesgada relación entre China y EEUU-, aunque estuviera regida férreamente por el Partido Comunista, terminaría por ser una sociedad abierta, democrática y plural, inspirada por valores occidentales, adaptados a la cultura oriental. Quizás algo parecido a Taiwán y Hong Kong, o tal vez, a Singapur. O bien, que el antiguo Imperio del Centro, permanecería pasivamente jugando el rol de fábrica del mundo, rechazando la tentación por largo tiempo, con paciencia estratégica, de ejercer hegemonía sobre el mundo. Obama en sus memorias Una Tierra Prometida, relató la pobre impresión que le causó la delegación china en la cumbre del G20 en Londres, después de recocer que “China era la única potencia que podía acabar con la preeminencia global estadounidense”: Al ver la actuación de la delegación china apuntó: “… me sentí convencido de que ese reto aún estaba a décadas de distancia, y que si eso ocurría, lo más probable es que fuera consecuencia de errores estratégicos de Estados Unidos” Más adelante agrego: “ Aún así los chinos no tenían prisa de hacerse con las riendas del poder mundial, le parecía que era un quebradero de cabezas innecesario”. Craso error. No contaba con el giro radical que el nuevo líder Xi Jing Ping le daría a la política exterior china a partir del 2013, con su visión “de la proyección global para la seguridad nacional”, dentro de la línea de pensamiento del PCCH que lleva su nombre.
Nueva Guerra Mundial, Híbrida, de 4ta Generación. Sus Objetivos Reales.
El imperialismo de las elites globalistas, hoy está desafiado más que nunca, por un nacionalismo de grandes potencias o de potencias medianas: en EEUU, Europa, China, Rusia, India, Brasil, Irán, Turquía y Sudáfrica. Es en ese contexto que estamos sufriendo los efectos de la 4ta Guerra Mundial, de 4ta Generación. Para algunos está singular y compleja guerra empezó propiamente en el 2014, con las acciones de China y Rusia en ambos extremos de Euroasia; el General McMaster, considerado el mejor pensador militar estadounidense habla del 2017 como fecha de inicio, con motivo de la pugna comercial entre EEUU y China y las nuevas estrategias de guerra- la Técnica de la Negación de Acceso- de la emergente potencia mundial en el Mar Meridional y Oriental, de cara a dominar la primera cadena de isla, a su ambiciosa expansión hacia el Indicó-Pacífico. Mac Masters también recalca en un artículo del 2020 en la revista The Atlantic, que los chinos saben que tienen “una estrecha ventana de oportunidad” para cambiar el balance de poder mundial, que se ensanchó con la pandemia. Sobre este particular, ha quedado claro que si la Pandemia del COVID-19 en Wuhan, China, fue provocada por un accidente, sin dudas, se manipuló con Animus Belli, y asimismo, se desplegó la agresiva diplomacia de vacunas, enfocada en demostrar la superioridad de los sistemas, redes y valores chinos.
Actualmente, son cuatro los objetivos perseguidos por EEUU en la guerra de Ucrania que comenzará con “la operación especial” rusa del 24 de Febrero : Primero, romper los estrechos vínculos energéticos, de Alemania y Europa con Rusia, que aunque datan de la guerra fría, se habían profundizado con las urgencias de la transición verde, y extendido también al campo financiero y tecnológico; Segundo, poner un Stop a la Franja y la Ruta de la Seda hacia Europa, que a la vez presiona sobre las “fronteras interiores” de China, para que desista de su proyectada expansión marítima hacia el dominio del Indo- Pacífico; Tercero, intentar reconstruir las degradadas relaciones de la Comunidad Noratlántica y la OTAN, incluido, el compromiso con un mayor gasto militar; y finalmente, un cuarto y más peligroso objetivo, precipitar la caída de Putin con la expectativa de volver a una Era Yeltsin 2.0, es decir, de una Rusia con liderazgo débil, dúctil, apocado, y dominada por nuevos y viejos oligarcas. La fragmentación balcánica de Rusia, sería el escenario ideal, sobre todo en un momento donde crecen las posibilidades de que en un futuro, con motivo del cambio climático, las rutas de navegación y los recursos energéticos y mineros de la región ártica sean una verdadera nueva frontera de la aventura humana. Los rusos propusieron la apertura de esa ruta marítima septentrional, a partir del 2030, como una alternativa más eficiente y segura que el canal de Suez, y una flota poderosos rompehielos rusos, está acelerando el proceso.
En estas circunstancias, resulta obvio, el mundo está atrapado entre dos corrientes totalitarias. Una tradicional, que invade naciones vecinas invocando viejos títulos históricos, razones de Estado de carácter geopolítico, reparto de áreas de influencia, o como resultado de las intensas competencias de rutas de gasoductos y oleoductos…y otra, que está dispuesta a matar criaturas hasta días antes de nacer como “un derecho humano universal”… para destruir la familia natural, controlar y reducir el tamaño de las poblaciones del planeta y dar paso a la utopía deshumanizante del trans humanismo. Con los recientes fallos de la CSJ de EEUU sobre el aborto y otros temas que interesan a la integridad demográfica de las naciones, está visión tenebrosa ha sufrido un varapalo, que solo ha agudizado la intensa guerra cultural que sacude a la potencia mayor del planeta.
En la crisis financiera del 2008, el prestigioso economista norteamericano Joseph Stiglitz planteo formalmente, en Informe a la Asamblea General de ONU, lo que sería el embrión de gobierno mundial, pero la realidad de las naciones poderosas y su lógica de expansión y dominio, o de aseguramiento de zonas de influencias, se impuso y frustró esa ilusoria propuesta, que, por demás, no tenía posibilidades de abrirse paso, porque el orden global nunca podrá sostenerse contra las naciones. El Orden Mundial hoy se está redefiniendo otra vez: Biden está releyendo entusiasmado al Fukuyama original, que revivió proclamado “la vuelta de la libertad”, aunque justo es reconocer que el famoso ideólogo liberal admitió en un artículo reciente en Foreign Affairs que “la libertad no sobrevivirá sin la nación”. Biden también avanzó su díktat: que el Nuevo Orden Mundial lo volverá a liderar EEUU, y dictaminó incluso que “Putin no puede seguir al frente de Rusia”. La realidad, es preciso repetirlo, es que el mundo en crisis está atrapado por dos grandes contradicciones: las geopolíticas que enfrentan a China, Rusia e Irán con Occidente, dentro de un pulso histórico, que tiene mucho de ajuste de cuentas; y las ideologías y culturales que a escala planetaria, oponen el Imperialismo Globalista con las naciones, civilizaciones y creencias religiosas, descalificadas como atavismos a superar .
Ahora, esas confrontaciones se expresan notoriamente en Ucrania como teatro de guerra, pero también en forma silente, arreciando el genocidio abortista, que lleva al Occidente y otras regiones del mundo, al “invierno demográfico”, que demógrafos como Pierre Channu, describen como un “suicidio” o “implosión” demográfica . Al final, todo se reduce a la lucha de las potencias mayores y las elites globales por la hegemonía mundial: unas como Rusia, Irán, India…quieren un reparto del mundo con áreas de influencias; y otras, como el Imperialismo Globalista de Occidente y la China Capicomunista, aspiran a un solo orden planetario bajo su égida, sustentado por una ideología totalitaria, para recrear la condición humana, sin contar con Dios o en abierta rebelión contra El. En pocas palabras, la humanidad en guerra contra sí misma, en una apuesta suicida sobre la superioridad de la ciencia y la tecnología, en los umbrales de la 4ta Revolución Industrial.
El presidente Donald Trump realizó durante su mandato un enorme esfuerzo por replegar a los EEUU, en forma ordenada y sin traicionar aliados, de su gravoso e insostenible rol de gendarme del mundo, para volver al aislacionismo primigenio que recomendaron las doctrinas Washington y Monroe. Él y sus asesores estaban convencidos que esa expansión interminable, jalonada de guerras cada vez más complicadas y onerosas, era la causante de muchos de los problemas de América, y que sólo favorecían a las elites globales y sus utopías alucinadas. Las guerras con cañones y misiles son una tragedia inmensa, expresión ominosa de la Cultura de la Muerte, pero también es verdad que existen manifestaciones más siniestras, en la que la humanidad destruye sus esencias: el Aborto consagrado como derecho humano-lo que acaba de disponer tanto la Corte Constitucional de Colombia como la Asamblea Constitucional de Chile-, o la proclamación del Trans Mark Levine como Mujer del Año en los EEUU, o peor aún, la nueva línea LGTBI de Disney World. Para la mayoría de las naciones del mundo, estos ejercicios de imperialismo cultural de las élites globales, solo hacen reforzar la convicción de que la hegemonía de esas fuerzas radicales que aspiran a contralor y reducir la poblaciones del mundo y recrear la condición humana a voluntad, desde una despiadada visión eugenésica, constituyen el más grave peligro para el destino del planeta, considerando que las tecnologías desarrolladas técnicamente lo permiten.
Pero la deriva alocada del mundo no se detiene: Ucrania cada vez más parece una show caliente de armamentos de última generación, en el que los complejos industriales militares de todas las potencias, muestran sus últimas innovaciones bélicas, y los pedidos para renovar los arsenales no cesan. No obstante, las grandes preguntasbsoncruciales son: ¿cuántas de esas armas novedosas irán a parar a manos de grupos terroristas?, ¿cuánto aumentara el riesgo del uso de armas de destrucción masivas (WMD) por parte de grupos no estatales o de estado canalla o frágiles ? ¿Cómo se activaran los conflictos en otras regiones remotas? ¿ Que significan la denuncias reiteradas sobre “la existencia de laboratorios de alta seguridad para la experimentación con patógenos mortíferos”? ¿Son amenazas veladas, vertientes de guerras sicológicas o de baja intensidad ? Sobre este respecto, y como nota curiosa a destacar, Corea del Norte, aliado histórico de Rusia y China, realizó pruebas de sus misiles de mayor alcance, justo cuando se reunían los líderes del G7, solo para que dichos líderes no olvidaran que no hay actor que pueda ser subestimado.
Rusia, China e Irán a la carga, tras un Nuevo Orden Mundial. Las crisis existenciales de Occidente.
El mayor problema que planteaban China y Rusia en el 2014, es que sus acciones expansivas están basadas en la reivindicación de títulos históricos de cientos de años de antigüedad, así como en la flagrante violación a principios elementales del derecho internacional vigente, como la intangibilidad de las fronteras. Putin y la Federación Rusa ya no reconocen incluso decisiones de los jerarcas soviéticos, y eso potencialmente, pone en jaque a toda la región comprendida dentro de los límites de lo que fue el Imperio del Zar Nicolas ll, mientras que Xi Jingping desafía a todos sus vecinos del litoral del Mar Meridional con su política de los 9 Trazos, así como a Japón en el Mar Oriental.
Robert Kaplan, En La Venganza de la Geografía, sostiene que Rusia, al tener el mayor territorio del planeta, con un clima hostil, demográfica endeble, economía modesta, larga historia de vecinos invasores, desarrolló “un agudo sentimiento nacional de inseguridad”…”una paranoia defensiva”. El 18 de Marzo de 2014, el Presidente de la Federación Rusa pronunció un discurso, considerado como el más importante de su vida, cuyos ecos llegan al presente y que confirma esta valoración sobre la actitud de Rusia. En ese discurso Putin sentencio: “La política de contención contra Rusia, que se aplicó de manera continuada durante los siglos XVIII, XIX y XX, sigue aplicándose hoy. Han tratado de arrinconarnos, porque mantenemos una posición independiente, porque la defendemos, porque llamamos las cosas por su nombre, y nos dejamos de hipocresía. Pero todo tiene un límite. Y en lo que concierne a Ucrania, nuestros colegas occidentales han cruzado la línea roja. Se han comportado en forma burda, irresponsable y no profesional”
Recordemos que en el 2001, Vladimir Putin le había propuesto un pacto a EEUU para luchar contra el enemigo común: la radicalización del Islam, y su espíritu yihadista, que estaba y está en combate, además, con India, Europa, África, Australia, China…Dicha propuesta se correspondía con la visión de Putin de relanzar a Rusia como la abanderada de los valores cristianos, que en gran modo han sido abandonados por Occidente. Pero con ese pacto no era posible mantener ni relanzar la estructura militar de la OTAN, que precisa un enemigo “tremebundo” y con capacidades “apocalípticas”. Otro episodio importante que contribuyó a debilitar la OTAN fue el intento de golpe de Estado al Presidente Erdogan en el 2016, que no fue condenado por la Unión Europea y los EEUU, y que másbien recibió su aliento, según denunciará el propio Erdogan, que promueve, por otra parte, sin disimulo, un renacimiento de gran potencia para una Turquía que se aleja del Kemalismo. Ese intento de golpe marcaría un giro de Turquía- que cuenta con el segundo ejército de la OTAN-, hacia el Este: se estrecharon las relaciones con Rusia, que contribuyó a frustrar el movimiento golpista, así como con la Organización de Cooperación de Shanghai. También se evidenció su alejamiento definitivo de la opción de integración a la Unión Europea.
A la vez, la Unión Europea venia debilitándose por sus contradicciones: se expandió hacia el Este por razones históricas, luego de la caída de URSS, incorporando muchos países que no estaban maduros para una integración económica, y mucho menos, monetaria; y careciendo de una estructura de defensa propia y fuerte en torno a un eje militar franco-alemán. En virtud del principio de Riker, después del Tratado de Maastricht, era previsible que Europa perdiera cohesión, ya que no era posible a la vez profundizar los niveles de integración y ampliar el número de miembros. La señal más clara de los problemas europeos para ser un actor fundamental en la escena internacional, como potencia al margen de la tutela militar de EEUU, fue el sorpresivo Brexit en el 2015, de un Reino Unido que parece querer volver a su política histórica, de siglos, de jugar al “equilibrio continental”, ahora reforzado por los EEUU. El principio cardinal de esa política es impedir que ninguna nación europea o alianzas de las mismas domine en el continente, mediante un sofisticado juego de alianzas cambiantes.
Los intereses, coyunturas y procesos se encadenan y marcan el rumbo….
Sin embargo, existen varios factores o contingencias inmediatas que precipitaron la presente Guerra de Ucrania: crisis política sin precedentes en EEUU, con la toma del poder por los demócratas en elecciones controvertidas, con un liderato con fuertes vínculos con Ucrania; salida (aparentemente) catastrófica de Afganistán por parte de OTAN; inminente entrada en servicio del Nord Stream2, que profundizaría la alianza energética ruso germana; amenazas crecientes a Taiwán por parte de una China expansiva, que ya había decidido desconocer el estatuto de Hong Kong, en nombre de la seguridad nacional; surgimiento del Aukuscomo embrión de una OTAN del Pacífico, sustituto del Quadpropuesto en el 2014 por el Primer Ministro nipón SinzoAbe, asesinado hace unos días. Concurrieron, además, otros factores no menos importantes: pérdida de fuerza en las elecciones municipales por parte de Rusia Unida, el partido de Putin, en Sept 2021; fuertes movimientos de protestas en Bielorrusia contra el Presidente Lukassenko, que a su vez, manifestó hace algunos años algunos inquietantes de desacuerdos con sus hermanos mayores, los rusos; fallida insurrección-sorpresiva y violenta-, seguida de una sangrienta purga en Kazakstan, la nación más importante de Asia Central, de mayoría musulmana; cambio de poder en Alemania, liderada ahora por liberales, socialdemócratas y verdes; intensas pugnas ideológicas en la Unión Europea entre Bruselas y el Visegrado, en particular, con Polonia y Hungría; manipulación hostil de grandes flujos de refugiados de Afganistán e Irak, por parte de Rusia y Bielorrusia hacia las fronteras orientales de Europa; Biden y los demócratas en picada en términos de popularidad, a la vez que erráticos, contradictorios, proyectando, además, una mengua preocupante en la capacidad de comprender los límites de su accionar como los riesgos de escalamiento hacia la conflagración nuclear. Para muestra un botón: el envío de una misión de alto nivel a la Venezuela de Maduro, el mayor aliado de China, Rusia e Irán, responsable de la crisis humanitaria más severa del continente, para arribar a pactos inconfesables.
En los EEUU, hace años que ha venido dándose un debate fundamental: para Trump y muchos Republicanos, inspirados en la visión de Kissinger, Rusia no es el enemigo estratégico real…Una buena estrategia de diplomacia triangular aconsejaba mantenerla lejos de China, que sí es la gran potencia retadora…enemiga astuta, paciente, sibilina, totalitaria, con sabiduría milenaria. Ese enfoque de Kissinger hacía también un llamado a Occidente a no repetir con Rusia “el error de Versalles”, que fue la humillación de Alemania vencida. Lo mismo advirtieron dos grandes figuras de la política exterior norteamericana en relación a Rusia: George Kennan y William J. Burns. El arquitecto de la política de contención en la Guerra Fría sentenció con claridad meridiana: “expandir la OTAN sería el error más fatídico de la política estadounidense en toda la era posterior a la Guerra Fría”, mientras que Burns, Embajador estadounidense en Moscú, escribió que la decisión de incluir a Polonia, República Checa y Hungría fue «prematura en el mejor de los casos e innecesariamente provocadora en el peor». Más aún, en junio de 1997, 50 expertos en política exterior norteamericanos suscribieron una misiva publica al Presidente Clinton en la que sostenían: «Creemos que el actual esfuerzo liderado por Estados Unidos para expandir la OTAN… es un error político de proporciones históricas» que «perturbará la estabilidad europea». En realidad, para los Demócratas, la China Capicomunista es a la vez una formidable competidora y socia estratégica, no la potencia enemiga, mientras que el “enemigo acérrimo fue, es y será Rusia” que, además, tiene los más vastos, diversos y codiciados recursos del planeta y la posición estratégica más ventajosa sobre lo que se conoce como “el corazón de Euroasia”.
En atención a todo lo anterior, no hay que sorprenderse de que los pactos internacionales se hayan venido desconociendo unos tras otros: el acuerdo de Budapest de 1994; el espíritu de los Acuerdos de la OTAN con el liderazgo ruso en 1998; y finalmente, los acuerdos de Minks, en el formato de Normandía, para superar la crisis en el Donbas. Pero lo cierto es que lo sucedido en Ucrania en el 2014, con la anexión de Crimea y la secesión del Donbas, y lo acontecido ahora, estaba prefigurado en las acciones bélicas contra Georgia durante el 2008, en Ossetia del Sur y Abjacia, pero sobre todo, lo imponía la necesidad de superar la situación de estancamiento en que había quedado el este de Ucrania tras los levantamientos separatistas y los reconocimientos hechos por el Duma rusa a las declaraciones de las Repúblicas de Donest y Lughans. Solo era cuestión de oportunidad…En Ucrania, incluso, resulta evidente que Putin no ha procedido con la ferocidad con que actuó en Chechenia, porque su plan original era que la antigua Rus de Kiev pasará a ser parte esencial de la Asociación Económica de Estados Eurasiáticos, junto con Bielorrusia y Kazakstan; o que en todo caso, quedará como un Estado tapón, una versión de lo que fuera Finlandia en la guerra fría bajo el liderazgo del Presidente Urho Kekkonen. También, la acción en Ucrania en el 2014 guardaba estrecha relación con la resolución con que Putin trataba de apuntalar a dos aliados valiosos: Bashar al-Assad y Muamar Gadafi, para así bloquear o capturar dos vías alternativas de aprovisionamiento de gas y petróleo a Europa. Recordemos que en Siria, además, de asegurar la salida de la flota rusa del Mar Negro al Mediterráneo, el interés ruso se relaciona con impedir el programando paso del gasoducto catarí hacia Europa, mientras que la íntima relación de Putin con Berlusconi y Gadafi, y de la ENI y Gasprom, apuntaban a dejar fuera los intereses de Francia y Reino Unido en Libia y el Magreb. Ese juego de poder geopolítico en Libia, en el que luego se involucraría también Turquía, le costaría la vida a Gaddaffy y el poder a Berlusconi.
Asia para los Asiáticos. Organización de Cooperación de Shanghai
¿Le conviene a China Comunista que EEUU, liderando la OTAN, convierta a Ucrania en un desastre militar para la Rusia de Putin, esto es, una versión actualizada de lo que fue el Vietnam Ruso en Afganistán? Xi Jingping hará todo lo que esté a su alcance, aún sea por medios indirectos, para evitar ese escenario; y lo mismo hará Irán, y muchas otras naciones y grupos hostiles a Occidente; y también los aliados históricos de Rusia como la India. Se percibe, incluso, en el presente, que la visión implícita, fundadora de la Organización de Cooperación de Shanghai-Asia para los asiáticos, que no se asume como tal por los recuerdos negativos que genera ese lema, que fue el enarbolado por el Imperialismo Japones al implantar su Esfera de Coprosperidad- , ha penetrado y arraigado en la gran mayoría de los países asiáticos, a pesar de los profundas contradicciones entre Rusia y China, India y China, Pakistán e India. Y del potencial de unificación o desestabilización de Asia Central… La otra opción es difícil de imaginar: que China juegue la carta de abandonar Rusia a su suerte, traicionar todos sus acuerdos de cooperación, y luego participé con Occidente en un reparto de sus inmensos recursos.
“El hombre hace la historia pero pocas veces sabe la historia que hace”, advirtió con toda razón Raymond Aron, para explicar cómo las decisiones de los grandes líderes muchas veces provocan efectos muy distintos a los procurados, cómo la marcha de los asuntos internacionales con frecuencia da giros inesperados, impensables, irónicos; o bien, cómo eventos que pertenecen al ámbito de la intrahistoria, de las relaciones interpersonales, de amor y desamor, de venalidad o generosidad, terminan por impactar en el curso de los acontecimientos de maneras insospechadas.
Algunos ejemplos históricos son muy elocuentes. Veámoslo: cuando Hitler atacó la URSS, lo hizo con el secreto designio de convencer a Inglaterra de que no podría ganar la guerra, y que derrotada la potencia comunista, los EEUU no se sumaría al conflicto en su apoyo. Según el importante historiador norteamericano John Luckacs una de las razones por la que Hitler atacó a la URSS era por la insistencia de Stalin de intervenir en el reparto de zonas de Europa que no entraron en el pacto Ribbentrop-Molotov y sus protocolos secretos, como Besarabia en Rumania y Bulgaria. Incluso, según Luckacs los soviéticos llegaron a proponer a los nazis un reparto imperialista de Eurasia y de África. Cuando EEUU decreto el embargo petrolero a Japón, por su ocupación de las colonias europeas en Asia-ricas en petróleo y caucho-, para así poder continuar su guerra imperialista en China, al parecer no calculo que Japón respondería con un contraataque militar; o tal vez, lo sabía, lo necesitaba y lo esperaba. Fueron sanciones económicas extremas, como el corte del suministro de hidrocarburos a una nación totalmente dependiente de las importaciones, las que decidieron el ataque de Pearl Harbor. El derecho internacional positivo ha terminado por considerar causa de guerra, las sanciones o bloqueos económicos dentro de ciertas circunstancias.
La historia es la gran maestra: la guerra del Peloponeso entre Esparta y Atenas fue detonada por la fragilidad del sistema de alianzas y las pugnas que determinaron el cambio de bando de ciertas ciudades aliadas. De esta forma se verificó lo que actualmente se conoce como la famosa Trampa de Tucídides, formulación teórica de Graham Allison, de la Universidad de Harvard, que explica cómo en la mayoría de los casos, cuando aparece una potencia o grupos de potencias retadoras, que quieren cambiar un orden internacional hegemonizado por otra potencia- porque lo consideran injusto o inaceptable-, la probabilidad de guerra resulta muy alta. El alineamiento con Europa de una Ucrania controlada por poderosos oligarcas y sistemas corruptos, debió ser algo difícil de imaginar y asumir tanto por los occidentales como por los rusos, aunque por motivos diferentes. Sin embargo, fue el contexto global de guerra híbrida de cuarta generación, el que hizo posible la escalada hacia la guerra en Europa que estamos presenciando.
El peso de la geopolítica y la historia. Imperios y naciones en lucha incesante.
Los factores geopolíticos e históricos inciden considerablemente en las relaciones internacionales, y muchas veces, son decisivos en el inicio de las guerras. La región llamada Intermaris en Europa es la extensa planicie que conecta el Mar Báltico con el Mar Negro, que son importantes salidas al mar de la inmensa Rusia. Sus otras salidas como potencia continental son mas difíciles: tan precarias como la del Mar Blanco y el Mar de Barents, en el Ártico; y tan remotas como Vladivostok y Port Arthur en el remoto Oriente, este último lugar fue el escenario donde Rusia perdió la guerra con Japón en 1905. Por tanto, no fue por casualidad que la URSS lanzara en 1947 una ofensiva para apoderarse con revoluciones comunistas de Grecia y Turquía; y que en violación a los acuerdos de Yalta y Postdam, resistiera retirarse de Irán, lo que hizo solo después de dar nacimiento a las Repúblicas de Azerbaiyán y Mahabad o del Kurdistán, estado este último que duraría poco, dejando al pueblo kurdo sin expresión estatal. Con el primer movimiento en Grecia y Turquía, la URSS querían apuntalar su salida al Mediterráneo, mientras que con el segundo, ponían la mirada hacia el dominio del Cáucaso y el Mar Caspio, así como a en una potencial salida al Golfo Pérsico. Con esos pulsos geopolíticos se iniciaría la Guerra Fría.
Nadie discute que Ucrania está en el origen remoto de civilización ruso eslava, como la Rus de Kiev. Sin embargo, por siglos también fue una línea de fractura- conforme la define Samuel Huntington en Choque de Civilizaciones-, con las potencias europeas vecinas. Después de un periodo de predominio de cultura Cosaca en el este de Ucrania, Polonia y Austria/Hungría influirían poderosamente, particularmente, en su zona occidental. Pero algunos hechos tremendos fueron determinantes para que esa escisión cultural se profundizará: el más señalado fue el exterminio de más de 8 millones de agricultores ucranianos (Kulaks), por el hambre causada por la colectivización forzada comunista (Holodomor), dispuesta por Stalin a principio de la década de los treintas, que produjo un resentimiento profundo y perdurable, así como debates y negaciones que perduran hasta el presente. También, es un hecho innegable que ese ominoso esquema, respondía a una política general de profundizar la “rusificación” de Ucrania, que veníaejecutándose con más sutileza desde los tiempos de Catalina la Grande, pero aun así con efectos limitados. Así se comprueba cuando la Rada de Kievs, en 1917, le enviaba un mensaje de advertencia al gobierno provisional en Petrogrado, que explicaba las limitaciones de ese dualismo estructural y cultural: “Las gentes que vive en las ciudades de Ucrania ven las calles rusificadas de estas ciudades… y olvidan completamente que estas ciudades no son más que islotes en el mar del pueblo ucraniano”. Trosky, fundador del Ejército Rojo, nacido en Odessa, describiría el problema de fondo: “la burguesía era relativamente aún más débil. Una de las causas de la inestabilidad social de la burguesía rusa en su conjunto era, cómo se recordará, que su sector más poderoso se componía de extranjeros que ni siquiera vivían en Rusia. En la periferia… la burguesía del país, del interior, pertenecía a una nación diferente de la masa principal del pueblo”
Recordemos también que Ucrania había demostrado la afirmación de su carácter nacional, al inicio de la revolución, cuando negociaron los tratados de paz de Bresk-Livtok con las Potencias Centrales o Austro-Alemanas, por su cuenta y con su propia delegación. El nacionalismo estaba vivo y desafiante, buscando realizarse, y los bolcheviques en ese momento solo buscaban sumar fuerzas para la revolución mundial, cuyo primer estadio sería el nacimiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Vladimir Lenin, que había sido acusado por años de querer desmembrar el imperio ruso, apoyando “el derecho de todas las naciones a separarse del imperio de los zares”, explica de esta forma la manera de retener a los ucranianos: “Si los ucranianos ven que tenemos una república Soviética, no se separaran; pero si tenemos una república Miliukok, se separarán”
Cómo puede verse, con esas tendencias subyacentes, no resulto extraño que una parte importante de la población de Ucrania apoyara en 1941 la invasión nazi y que fueran sus aliados militantes. Luego, tras el derrumbe soviético, esa área al oeste del Nieper, ha mirado cada vez más hacia Europa que hacia Rusia. Vale destacar, además, la lista de prominentes líderes de la revolución y del estado soviético: Zinóviev, Trotsky, Jruschev, Brezhnev, Chernenko, Gorbachev, que eran ucranianos o tenían vínculos estrechos con Ucrania. En cierta forma, puede decirse que el liderazgo de la URSS compensaría a Ucrania – que algunos como Putin han considerado como “una invención soviética” -, dándole más espacios, recursos e infraestructuras, independientemente de sus excepcional dotación de recursos naturales, contando con las tierras más feraces del mundo. Por ejemplo, la estratégica Crimea, que tanta sangre costó al imperio ruso y que resulta vital para la salida de su flota del Mar Negro al Mediterráneo, paso a Ucrania por decisión de Nikita Jruschev en 1954, sin columbrar los conflictos que podía generar en el futuro. Samuel Huntington reseña que está decisión del líder soviético, se interpretó como “una muestra de reconocimiento” a la decisión histórica del líder del levantamiento de los cosacos contra el dominio de Polonia, Bohdan Khmelnytsky en 1654, de jurar lealtad al Zar de Rusia.
A pesar de eso, al caer la URSS, Ucrania fue una de las naciones históricas, que demostró que el georgiano de Stalin y los comunistas se equivocaron al declarar superada “la cuestión nacional”, disuelta a su juicio dentro del inmenso espacio de “la ciudadanía soviética”, asociada a la utopía comunista del “hombre nuevo”. Stalin, fungiendo como teórico de la cuestión nacional, sostenía que la eliminación de la opresión burguesa traería la difuminación de las diferencias nacionales. Sin embargo, al consolidar su poder totalitario, Stalin empezó a valorar de otro modo la importancia de la nación, frenando y combatiendo los desvaríos trotskistas de la “revolución permanente”, para dar paso a un nacionalismo de gran potencia, fundado en la tesis del “socialismo en un solo país”-, que sería calificado a la postre por los comunistas chinos como “socialimperialismo” soviético.
Más aún, propiamente en el ocaso de la URSS, en Ucrania se verificó un acontecimiento histórico que contribuyó de manera poderosa a los cambios que terminaron por precipitar su derrumbe incruento, según refiere el mismo Gorbachev en sus memorias: el accidente nuclear en la planta Vladimir Lenin, en Chernóbil, en la madrugada del 26 de Abril de 1986, “fue un antes y un después”, que lo convenció sobre la inevitabilidad de los cambios que representaban la Perestroika y la Glásnost. Ucrania lideró junto con los bálticos la desintegración de la URSS, cuando el 1 de Diciembre de 1991 el 90 % de los Ucranianos apoyaron en referéndum la separación, seguido de la decisión que tomaron el 8 de Diciembre Rusia, Ucrania y Bielorrusia de disolver la URSS para dar nacimiento a la Comunidad de Estados Independientes.
Las Guerras y las Armas de Destrucción Masiva.
Desde la Primera Guerra Mundial, y aún antes, la dinámica de la historia mundial en los últimos dos siglos de la edad moderna, ha estado profundamente marcada por la lucha de los imperios contra las naciones, o de estas contra las potencias con vocación imperial, a la vez que entre todas las potencias imperiales o imperialistas entre sí. Todas estas han ido cayendo, desapareciendo, renaciendo o surgiendo con cada conflicto. Una guerra ha llevado a otra, y se han encadenado incesantemente, a veces, de manera sorprendente. La Primera Guerra condujo a la Segunda, la Segunda Guerra a la Guerra Fría, que propiamente fue la Tercera-solo que en el formato de innumerables guerras proxis-, ya que la guerra frontal de las potencias aseguraba su destrucción mutua y probablemente una extinción masiva de la especie humana, o un retroceso de siglos en términos de civilización. Sería en el marco de la Guerra Fría donde se gestaría la visión de la Guerra Híbrida, de cuarta generación, mucho más sofisticada y compleja. Esta última puede tan ser quirúrgica como la precisión de un misil, o tan elusiva como resulta un virus cibernético o biológico. Tan impredecible o imperceptible, como cuando se ataca y detonan desde dentro, sobre todo, “los factores de cohesión social y las estructuras cognitivas de las naciones”. No hay un área tan distante, que no pueda ser escenario de guerra, ni existe un medio de no pueda emplearse como arma letal. Cómo explica WilllianLindt, el mayor teórico de la guerra híbrida: “la globalización y las redes hacen muy difusas las fronteras entre la paz y la guerra, lo civil y lo militar, el orden y el caos…el enemigo ya no era tan fácil de ubicar y eliminar, y además, está altamente motivado, no respeta convenciones y sabe innovar con los medios de ataques…las operaciones sicológicas pueden convertirse en el arma operativa y estratégica dominante y puede tener la forma de intervención informativa o mediática”
Pero en cualquier caso, como siempre, será la estrategia y la voluntad de luchar la que dominarán al final. Razón teníaJean Guitton, el eminente filósofo y teólogo francés, cuando afirmó que: “Del mismo modo que a la Metafísica es la forma más alta del pensamiento, a la Estrategia corresponde el mismo lugar en el dominio de la Acción”. Así las cosas, debemos tomar conciencia más que nunca acerca de los riesgos y posibilidades para la humanidad, dentro de este periodo oscuro y volátil, de ira e irracionalidad creciente, de un nihilismo encrespado de proyección universal. Edgar Morin, fundador de la escuela de Pensamiento Complejo, advirtió en el 2008, que la humanidad en fase de una globalización descontrolada, desquiciada y desquiciante, nos puede conducir “o al abismo o a una transformación profunda”.
La Guerra Fría empezó entre los aliados que ganaron la Segunda Guerra, y que se dejaron dominar por la visión ideológica de que sus sistemas respectivos conducirían inevitablemente a una nueva guerra, cuando el espíritu de Riga predominó sobre el espíritu de Yalta. Por ejemplo, Winston Churchill, que en los acuerdos de Hide Park en 1944, había procurado construir un monopolio de las armas nucleares anglo norteamericano, era partidario de que se emplearan esas mortíferas “ aleaciones tubulares”-nombre clave de las armas atómicas-, para destruir el comunismo y la URSS, al concluir la Segunda Guerra. Cambio de postura cuando los Soviéticos llevaron a cabo su primera prueba nuclear en 1949. Después que la guerra civil llevara al poder en China, contra todos los pronósticos, “a los comunistas de margarina”, como los calificaba Stalin, sobrevino la guerra de Corea. En la génesis de ambos eventos, EEUU cometió graves errores, que solo aventajaron a sus rivales. El eminente sinólogo Jhon Kings Fairbanks lo explico en los siguientes términos: “ El epitafio de la política norteamericana en China en los años cuarenta debería empezar señalando la profunda ignorancia de los estadounidenses con respecto a la situación china”. En relación al inicio del conflicto coreano Henry Kissinger refiere: “ Washington había declarado que ( Corea) se encontraba fuera del perímetro de defensa norteamericano y del que todas las fuerzas norteamericanas se habían retirado el año anterior”
La guerra de Corea fue tan caliente tras la agresión de Corea del Norte a Corea del Sur, que terminó por involucrar a los chinos y el armamento ruso, incluida su aviación. Al mismo tiempo, la intervención china redimensionó pronto el escenario del conflicto, cuando la Séptima Flota debió proteger también a Formosa(Taiwán) de una invasión comunista. En un momento de la lucha en Corea, cuando las tropas norteamericanas y sus aliados fueron acorralados en el extremo sureste de la península, al mando militar norteamericano-al frente del cual estaba el legendario general Mac Arthur-, se llegó a considerar el empleo de armas nucleares ante la posibilidad de que sus tropas sufrieran una derrota con armas convencionales y por la superioridad numérica de sus adversarios. El Presidente Truman, tras algunas vacilaciones, reforzó esa posición sobre el eventual empleo del arma nuclear, no así el plan de su agresivo y desafiante general, de atacar el territorio y las infraestructuras chinas, que fue lo que terminaría por provocar la ruptura y la destitución de este héroe de guerra, que tenía pésima opinión sobre los políticos de Washington. Los aliados de EEUU en la coalición de la ONU, contribuyeron también a frenar la escalada nuclear de la guerra. Ya Estados Unidos había empleado dos bombas atómicas, frente a un Japón virtualmente vencido, para no tener que pagar un enorme precio en vidas estadounidenses, ocupando sus territorios en combates encarnizados isla por isla. Las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki convencieron al liderazgo japonés sobre la inutilidad de seguir resistiendo. Y aunque todavía se discute, el uso de la bomba atómica, envío también a los soviéticos el mensaje de que no podían aspirar a participar en la ocupación y reparto de Japón y Manchuria. La URSS solo pudo ocupar las Islas Sajalin y Kuriles, que en la actualidad vuelven a ser ocasión de tensiones crecientes entre rusos y nipones. Los territorios chinos que estaban bajo dominio japonés, y que Stalin aspiraba retener en virtud de los pactos de los vencedores, debieron entregarse a una China gobernada por Mao, sobre todo, porque Lenin ya los había devuelto oficialmente en un tratado de 1924. No olvidemos, tampoco, que Japón y Rusia, que se habían enfrentado en 1905, con victoria para el Imperio del Sol Naciente, habían firmado un tratado de no agresión en 1941. Fue en víspera de la terminación de la guerra, cuando Rusia entra en la contienda en su lejano oriente contra Japón. Ese acuerdo ruso-japonés tenía el propósito de evitar tener que luchar en dos frentes-algo que tenía antecedentes en la Gran Guerra-, pero que, sobre todo, se decidió después que Alemania concertara el pacto de no agresión Ribentropp-Molotov, sin cuidarse de informar a sus aliados japoneses. Sobre este particular, el historiador Lukacs destaca la importancia de este acuerdo estratégico: “ La de mayor calado fue que Japón no entraría en guerra con Rusia en 1941, algo a lo que Hitler no concedería importancia hasta mucho más adelante”. Otra hubiera sido la historia, si Hitler hubiese asumido el plan que llegó a formular Stalin: que Euroasia y África quedarán repartida entre Alemania, Italia, Rusia y Japón. Pero más incidió el enfoque ideológico nazi, centrado en la superioridad racial de ciertos pueblos, y la secreta esperanza de Hitler de sumar a Inglaterra a su causa, que el cálculo geopolítico de gran potencia, al que se había hecho tan afectó el gran “Caudillo Caucásico y Zar Campesino”, que fuera Iosif Stalin. Alemania sería derrotada al luchar en dos frentes, contra los Angloamericanos y los Soviéticos, que luego la ocuparían y la dividirían por todo el periodo de la Guerra Fría.
Durante la Guerra de Vietnam, en principio, los norteamericanos no consideraron el empleo de armas nucleares, pero el Secretario de Estado Dean Rusk dejó claramente establecido que en el supuesto de que China se involucrara, como hiciera en Corea, con tropas en respaldo de Hanói, “no podemos desangrarnos enfrentándonos a ellos con armas convencionales…un gran ataque chino también conllevaría el uso de armas nucleares”
Ya en plena Guerra Fría, en el año de 1969, aconteció un conflicto poco estudiado, que, sin embargo, cambió el curso de la historia del mundo: estuvo al punto de desencadenarse un masivo y fulminante ataque nuclear ruso contra China, su rival ideológico en el campo socialista, después de sangrientos choques fronterizos en las riberas del Río Ussuri. Es el presidente norteamericano, Richard Nixon, quien disuade al Kremlin de lanzar el ataque, -por temor a la desestabilización que provocaría en toda Asia-, lo que serviría para que se inaugurara una etapa interesante de diplomacia triangular entre las potencias mayores, que contribuyó a terminar en la forma menos traumática la Guerra Fría. Sobre este respecto, también es importante recordar que en la crisis del estrecho de Formosa de 1958, Mao Zedong desplegó una astuta estrategia centrada en el objetivo de provocar un conflicto nuclear entre los norteamericanos y los rusos, aunque a China le costará cientos de millones de muertos. En esa ocasión, Jruschev es quien se apartará de la irresponsable estrategia china, que, por demás, no era más que la puesta en práctica de la política de Wei Yuan de “enfrentar a los bárbaros con los bárbaros”. Los aliados de las potencias nucleares empeñados en combates desesperados, pueden incitar a la profundización de los conflictos, importándole poco que se pueda escalar a conflictos nucleares: a veces los llamados dramáticos del Presidente Zelenky a sus aliados informales de la OTAN, evocan la postura de Fidel Castro de reclamarle a Nikita Jruschev que lazara, en el punto más álgido de la crisis de los misiles, en Octubre de 1962, un ataque nuclear preventivo contra los EEUU, para salvar la revolución socialista mundial.
En el presente, en torno al conflicto de Rusia y Ucrania planea en el ambiente la inquietante pregunta: estará Rusia dispuesta a emplear sus armas atómicas en caso de que la resistencia ucraniana se prolongue y amenace con una guerra de desgaste, o que por la estrategia de la OTAN, de hacerle pagar el precio más alto a la Federación Rusa, se incorporen armas más poderosas, reforzando y enconando la resistencia ucraniana. Putin y algunos de sus colaboradores más cercanos, como Lavrov, Shoigú y Mevedev, ya han advertido que no se descartan las opciones nucleares, o el empleo de armas hipersónicas, aunque también han probado retaliar con las armas económicas que han probado ser muy efectivas. Por eso es importante que nunca olvidemos las reflexiones que hizo el pensador Jean Guitton sobre las claves de la disuasión nuclear, ante la Escuela Superior de Guerra de Francia: “Para que haya una verdadera disuasión es necesario que haya una probabilidad cierta. Y eso implica que el que amenaza ha de tener no solamente poder efectivo, sino también la intención real de llevar su amenaza a la práctica. El arte superior en materia bélica en cualquier época ha consistido en evitar la guerra limitándose a amenazar. El terror previo debía bastar. Pero para que este terror pudiese actuar sin pruebas, tenía al menos que parecer creíble. Y para que pareciese creíble, tenía al menos que existir. Esa es la paradoja de cualquier terror. Y por eso los terrores se convierten en terribles y las guerras estallan sin jamás ser deseadas” Como la ciencia y tecnología han perfeccionado el armamento nuclear, para ser aplicado en un nivel táctico, bien acotado, eso solo hace más probable su empleo puntual.
El choque de civilizaciones…
Finalmente, tampoco, debe olvidarse que desde la perspectiva de la Rusia de Putin y los Silovikis- que son el equivalente del Estado Profundo ruso-, en la lucha de Ucrania está implicada una cuestión existencial, que interesa a la razón de ser de esa nación en la historia universal, que ya en 1830 Alexis de Tocqueville había anticipado que junto a los Estados Unidos estaba destinada a regir los destinos del mundo, aunque basada en principios de poder y relaciones sociales divergentes. Desde el liderazgo de EEUU hay una tendencia a estigmatizar al régimen ruso como lo más parecido a una mafia depravada. Obama en sus memorias describió a Mevedev como “el hombre de paja de Putin”, quien a su juicio era “el líder de lo que se parecía más a un sindicato criminal, cuyos tentáculos abarcan hasta el último aspecto de la economía”. Pero esas expresiones solo expresan la banalidad con que viene manejándose la política exterior norteamericana y occidental. El que estudie la obra En la Cabeza de Putin de investigador y filósofo ruso Michel Eltchaninoff, podrá confirmar que bajo liderazgo de ese ex coronel de la KGB, se ha venido armando un proyecto de largo aliento que es, a la vez, la continuidad de los imperios rusos precedentes- Rus de Kiev y Nogorov, Moscovia, los Romanov y el Imperio Soviético-. Para ello se realiza una amplia y versátil formulación ideológica, filosófica y teórica sobre la alta misión de Rusia en Europa, Eurasia y el mundo , a partir de una conveniente mezcla de varios elementos y exponentes dispares. Esa formulación incluye elementos muy diversos en función de los escenarios y los intereses: en primer término, el sustrato soviético en el que se formaron la mayoría de los actuales dirigentes, cuidándose de no pretender restaurar el socialismo; también se incluye la visión de Ivan Ilym, sobre el “renacimiento del Mundo Ruso” y el retorno de la diáspora, donde este combina hegelianismo, militarismo y nacionalismo imperial ruso; un rol esencial en la visión de Putin lo asume además la exaltación de la religión Cristiano Ortodoxa-recordando que Moscú se funda en el siglo XV, como la Tercera Roma, llamada a suplir el vacío que dejará la caída de Constantinopla-, influida por la alianza con el Patriarcado de Moscú y el pensamiento de Berdiev, lo que a su vez conduce a una fuerte afirmación del conservadurismo social, un esfuerzo auténtico de superar sus serias debilidades demográficas y el rechazo militante de las expresiones de decadencia de Occidente y sus élites globalistas. A este respecto, se destacan el pensamiento de sus autores preferidos en la visión eslavófila Solzhenitsyn y Danilevski, entre otros muchos. Y desde luego, no podía faltar la doctrina del Eurasianismo, a partir de la visión original del Presidente Kazajo Nursultan Nazarbayev, y de su mejor teórico Lev Gumilev, enriquecida por influyentes ideólogos del presente como Alexander Duguin. En Ucrania, que nadie tenga dudas, se está realizando-ahora por la fuerza de las armas-, el proyecto de Novorossia, que vendría a ser el Quinto Imperio, lo que conduce inevitablemente a un formidable Choque de Civilizaciones, siendo Rusia una nación donde la cultura militar está compenetrada profundamente con el ser nacional, hecho que queda ilustrado con las celebraciones especialmente devotas del Día de la Victoria. Esa contradicción de civilizaciones queda bien plasmada en las palabras de Putin en el 2013 en el Club de Debates Valdai: “ Sin ninguna duda, Ucrania es un estado independiente…pero no olvidemos que el estado ruso actual hunde sus raíces en el Dnieper. La Rusia Kievita está en el origen del inmenso estado Ruso. Poseemos una tradición común, una mentalidad común, una historia común, una cultura común. Nuestras lenguas están muy próximas. En esa sentido, quisiera repetirlo una vez más, somos un solo pueblo”. ¿Sera el Dnieper la nueva frontera de una Ucrania escindida- como lo fue Alemania durante la Guerra Fría-, a la vez que reflejo de un mundo dividido en dos Grandes Bloques, que luchan por la Hegemonía?