Recientemente, una comunicadora de la generación Alokoke, lanzó palabras ultrajantes al honor que llevan consigo las hermanas Mirabal, reconocidas como mártires en escenarios mundiales, por sus aportes a la democracia dominicana, con su lucha contra la dictadura sangrienta del tirano Trujillo, sacrificando sus vidas en favor de la democracia, y hoy están en la cúspide de las mujeres que desafiaban el terror y el reinado del crimen, recibiendo como recompensa histórica la colocación de sus nombres en los altares, donde se les rinde tributos a aquellos dignos de ser exaltados como inmortales de la Patria.
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Y sobre Minerva, Patria y María Teresa, el poeta Tony Raful, Premio Nacional de Literatura, nos envía un breve texto que se inicia así:
Desafiaron Como una casta iluminada de sueños patrióticos, cielos abiertos de libertad y justicia social, fueron las heroínas que visualizaron la Patria dominicana, libre de tiranos, esbirros y testaferros de las injusticias sociales y políticas y Patria, Minerva y María Teresa, están en lo más hondo y sensible del alma nacional. Memoria del dolor inenarrable fueron al sacrificio ofrendando sus valiosas vidas en aras de un ideal de redención. Con ideas democráticas y progresistas, con estampa de mujeres superiores, intraducible para los ingratos y adefesios, estas mujeres de la Patria se sembraron para siempre en la herencia de lo mejor de la República que amaron.
Hoy, todos somos sus hijos y sus compañeros, hoy, todos nos inclinamos ante la dignidad con la cual combatieron al tirano, cruel y rastrero, que vilipendió la familia dominicana y llenó de fango los valores nacionales.
Mujeres de estirpe superior, digna hijas quisqueyanas, de profunda vocación democrática, desafiaron al monstruo y cayeron como columnas inmarcesibles de amor y combate por la libertad.
Su ejemplo nos guía como estrellas radiantes, venciendo la muerte física, trascendiendo la historia, guiando el camino de la emancipación y la democracia de nuestro pueblo, tras la bandera nacional. No se escribe la historia nacional sin sus nombres, sin la era florecida de su sacrificio, sin la enseña verde y negra de su martirio. Para hablar de Minerva, Patria y María Teresa Mirabal, hay que lavarse la boca con agua bendita en el altar de la Patria agradecida.
Solamente la lesa ignorancia puede desconocer registro riguroso de la historia o lanzar piedras contra una memoria augusta y perenne.
No es vivir por vivir, es vivir con elocuente sentido de gratitud, es ser compromisario de ideales nobles, es indagar en las fuentes de la narrativa social y humana de nuestro pueblo, es saber que los ideales que hicieron posible la gesta de las repatriaciones armadas del 14 y 20 de junio de 1959, fueron suscritas a través de un Programa Mínimo de reivindicaciones sociales democráticas que establecieron el respeto al ordenamiento legal democrático que el tirano negaba, y que ese Programa Mínimo que trajeron los expedicionarios de Constanza, Maimón y Estero Hondo, lo recogieron los jóvenes del Movimiento Clandestino 14 de Junio, a cuya cabeza estaban las Hermanas Mirabal junto al inolvidable Manolo Tavarez Justo.