POEMA – LXIX EL
CUERPO DEL DELITO
Soy señor juez el querellante,
y seré mi propio defendido,
la traigo magistrado a este juicio
ya que muero queriendo ser su amante.
Acuso señor juez a esta dama
por negación y privaciones contra mi alma
soy el que ha sufrido el desaire
rogando por su amor cada mañana.
Expongo lo que quiero me conceda
hoy que estamos ya en juicio de fondo
usted es justo y ya conoce el macondo
en que vive mi alma por pretenderla.
Quiero que condene su desamor,
el que no me concede entrada a su vida,
y en mi cárcel de besos y de amor
pido que la encierres de por vida.
Que me entregue el cuerpo del delito
el que me hace soñar cuando la miro
que llene el juzgado de suspiro
en este habeas corpus de cariño.
Prefecto, yo soy el demandante
el que la emplaza por daños y perjuicios
a reparar mi corazón que nunca quiso
traerla por amor a este juicio.
Y voy a continuar con mi demanda
y pido que la condenen a mi vida
hasta que se curen todas mis heridas
causadas por desdén de mi bien amada.
Concluyo enjuiciador mi intervención,
pidiendo arresto domiciliario,
en mi casa que ya tiene el mobiliario
que compré para agradar su corazón.
Le pido cualquier alejamiento,
para que pague con amor ternura
el tiempo que he vivido en la bruma
por su afán de irse de mi amor.
Y si es que se marcha para España
porque los europeos le gustan a la acusada
que con abogadiles como yo no quiere nada
condénela mi juez en contumacia.
Le exijo a su acomodo un embargo
y que terminen su camino en mi alcoba
que yo le tengo allí toda la gloria
que encontrar podría en otros brazos.
Átele señoría a mi destino
condénela a quererme hasta que muera
castíguela a la cruz de mi camino
Porque yo quiero también morir con ella.
Condénela al pago de las costas
a este su abogado demandante
que me pague con cariño abundante
hasta que aprenda a querer como una esposa.