Por Narciso Isa Conde
Degradan los delitos, no el hecho de que se denuncien o se debatan. Ensucian las conexiones político-electorales con el narco, no que las mismas se develen. Las narco-guerras electorales pueden darse entre dos culpables y entre dos bandos sin autoridad moral, alrededor de hechos reales.
Las culpas pueden ser desiguales, pero culpas al fin. Los dos PLD, el morado y el verde, superan en casos al PRD-PRM, lo cual tiene mucho que ver con sus 20 años de gobiernos corruptos y corruptores. Pero eso no exime a ese partido opositor de graves delitos de Estado, incluida narco-corrupción. El Abusador y el asfalto, no anula la verdad de Yamil y otros como él. La carencia de calidad moral del denunciante y/o acusador no liquida la veracidad del delito enarbolado.
Esta narco-guerra electoral tiene mucho de aquello del “conejo diciéndole al burro orejú”. En su despliegue cada quien se aprovecha de las debilidades del otro junto a sus ventajas y poderes. Eso no guarda relación con el volumen de las culpas, sino con la capacidad de información y manipulación de los casos, y casi siempre el malo que se convierte en Estado y Gobierno dispone de más capacidad para acusar selectivamente. Eso está pasando.
De todas maneras gane quien gane, cuando hay dos bandos contrarios culpables, pierden los dos. Esa es la razón por la que comunicadores, intelectuales y profesionales orgánicos al sistema (incluidos politólogos), exhortan a parar la guerra y la llaman “sucia”, sin detenerse a contemplar que los hechos, los delitos cometidos de lado y lado, son los sucios.
La gente inteligente con vocación oportunista sabe muy bien que en estos casos la figura del narco preferido o del corrupto preferido, jode más al sistema en su conjunto, el cual está bien jodido. Es a todas luces insuficiente defenderse descalificando al otro y sobre todo cuando al adversario acusador no le cabe más descredito. Hay defensas malas, pero esta está resultando pésima.
Y no estamos sobre una sola vertiente de la degradación que opera como fuente de descredito. El pus brota por todas partes: con el clientelismo seudo-sanitario, con los repartidores de salchichón, con transfuguismo corrompido, alianzas y pactos espurios, con las complicidades con un CONEP presto a volcar las penurias del la crisis sobre el pueblo trabajador, con campañas electorales a precio de contagio y corrupción, y con lacayismo pro-estadounidense y pro-Trump…
Este pantano es imposible de sanear. El caos crece y pide a gritos que se vayan todos: ¡Cambio Radical Pro-Constituyente!