Por Ana Bertha Pérez
Hace 60 años de aquel 25 de noviembre donde República Dominicana vivió momentos tristes con la aterradora noticia del asesinato por orden del dictador Rafael Leónidas Trujillo de tres hermanas: Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, de 36, 34 y 25 años, activistas políticas y mujeres de una personalidad poco común en su época. Su chofer corrió con la misma desgracia, le tocó morir por acompañarlas. En 1981 en Bogotá, Colombia se celebró el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe. Allí se decidió marcar el 25 de noviembre como el Día Internacional de No Violencia contra las Mujeres, en memoria de las hermanas Mirabal.
Trujillo, un ejemplo de delincuencia no podía dar más que violencia, pues en su juventud pertenecía a la Banda 42 de jóvenes delincuentes, dirigida por su hermano José. Sus delitos eran múltiples: falsificaban cheques, ejecutaban asaltos a negocios y casas particulares e imitaban a los bandidos que aparecían en los wésterns substrayendo ganado en las aldeas, en muchas ocasiones cometiendo crimen. El tirano no era más que un patrón de esta palabra violencia y de la maldad.
La palabra violencia se contrapone a la fragilidad, a la dulzura, a la dedicación y delicadeza, pues ese término se refiere al uso intencional de fuerza física, amenazas, que tiene como consecuencia muy probablemente un traumatismo, daños psicológicos, problemas de desarrollo o la muerte.
¡Cuántas mujeres violentadas tenemos hoy! Cifras incontables ya han muerto, otras siguen siendo maltratadas, también torturadas, muchas por palabras que traspasan el corazón y su dolor corre por sus venas. Algunas por su pareja, otras por un superior laboral. Un porcentaje significativo por acoso, mientras otras por el machismo que, como muro impide el avance.
En muchos hogares dominicanos y del mundo hay innumerables muertas vivas desoladas del desamor machista que maltrata día a día su lealtad como mujer, donándoles a cada amanecer en vez de felicidad, traición, infidelidad y humillación expresada y consumada. El hombre es libre y si se dispone alza el vuelo con sus alas que cortan, de paso abriga a su mujer delante de la gente para aparentar ser dócil, mientras detrás de la máscara falsa se expande frente a sus iguales como lo haría un lobo feroz.
Si me denuncias te mato.. Cállate estúpida.. No sirves para nada.. te ves horrible.. son de los cariños de amores en el hogar, en la calle dame tu mano mi amor, mi amor qué tú opinas?, mientras al oído dice en voz baja…no vayas a decir nada. Son normalidades en el patrón de un maniático que cree que la mujer es una pieza o cosa que puede tirar.
Ni los valores, ni todo el aprendizaje en el hogar, que por cierto por lo general es más acogido por ellas que por ellos, son razón para el silencio. Mientras más tiempo calla una mujer agredida o burlada, más grande es el dolor para ella o su familia.
En República Dominicana la Violencia contra la mujer sigue protagonizando los titulares de los periódicos y la impotencia es tan grande ante el abuso de las crónicas que relatan fríamente estos hechos, que inspiran a apresar tanto al asesino como al relator que señala a la víctima sin investigar los hechos, colgando como protagonista al verdugo.
Hay un reto, pero nos equivocamos en elevar la bandera femenina para exigir respeto y el no a la violencia. La no violencia es preventiva, se comienza desde casa, desde la escuela, de la educación. Un niño bien educado hacia el buen trato a las niñas será un hombre incapaz de pegarle a una mujer. Mientras un pueblo esté educado bajo patrones de maltratos, de música asesina de mujeres y de incultura al respeto humano, no se eliminará nunca la violencia. …