El día cuatro de Diciembre del año de 1935, el Dr. M. García Mella, a la sazón Secretario de Estado de Relaciones Exteriores del gobierno dominicano, remitió una comunicación al presidente del Comité Nobel del Parlamento Noruego en Oslo, en la que sometía a la consideración de ese honorable organismo, las nominaciones al Premio Nobel de la Paz, del “Generalísimo” Dr. Rafael Leónidas Trujillo Molina y de su homologo Haitiano Dr. Stenio Vincent, premio a otorgarse en el mes de Diciembre del año de 1936.
Tal distinción, para ambos gobernantes, según el Canciller Gracia Mella, estaría sustentada en la firma el día 27 de Febrero del 1935 del acuerdo “TRULILLO- VINCENT”, con el cual se alcanzaba la paz definitiva entre Dominicanos y Haitianos, y quedaban zanjadas las dificultades que habían impedido la ejecución del trazado de la línea fronteriza de las dos naciones, contenida en el tratado anterior, del 21 de Enero del 1929.
Ambos pueblos, “lograban, (según los gobernantes signatarios del Tratado) enrumbarse por un clima de paz, dejando a un lado la vieja y enojosa cuestión de fronteras, con absoluto respeto a las estipulaciones del citado instrumento internacional, vinculante a las dos naciones”.
Sin ninguna duda, semejante despropósito, era el culto a la personalidad que siempre marcó a Trujillo, y que siempre alimentaban sus mas cercanos adláteres.
Este comportamiento del “Jefe”, se inscribe dentro de lo que en Psiquiatría se conoce como trastorno de la personalidad, y que según el Dr. José Miguel Gómez Montero, en su obra “Trujillo visto por un psiquiatra”-(pag.131), nos dice que: El “yo” de Rafael Trujillo, era un yo híperinflado, que le producía una percepción exagerada de su importancia, de esa necesidad de aprobación y reconocimiento.”
Por fortuna, el Nobel de la Paz del 1936, se le otorgó al Diplomático y Jurista Argentino Carlos Saavedra, propulsor el 12 de Junio de 1935 del Pacto antibélico Saavedra Lamas, rubricado por más de 20 naciones, dando término a la guerra del Chaco, entre Paraguay y Bolivia.
El 8 de octubre de 1937 (dos años después de la firma del tratado “TRULILLO- VINCENT”), Trujillo ordenó la masacre de la población de origen haitiano que residía en la frontera del territorio dominicano, hecho que sacudió estrepitosamente la base de su régimen, y que aún permanece, como una mancha indeleble.