VÍCTOR SUÁREZ
Si pudiera volver a la Ceiba
como ayer cuando era un niño
caminar sin parar sus caminos
y vivir las noches serenas,
contemplar el alba plena
de las mañanas de sol,
volver a sentir el amor
de las muchachas puras
que eran felices, cuál ningunas
al toque de una flor.
Ay si pudiera volver
a tus montes y tus senderos
y cantar en los arroyuelos,
canciones del ayer,
tocar la lluvia al caer,
sentir el beso de mama
que anhela tanto mi ser,
los atardeceres en el río,
se alegra el corazón mío
de pensar que en volver.
Nací en Loma de Cabrera,
lejos de la capital,
a muchos kilómetros del mar,
a pocos de la frontera,
precisamente en la Ceiba
donde Dios canto al amor
y en cada puesta de sol
yo aprendía sus tonadas
y en los caminos cantaba
a los sueños y a la flor.
Soñaba poder llegar
a los grandes escenarios
a la virgen, hice calvario
que me ayudara a tocar
la realidad del lugar
que siempre había deseado.
Me fui un día temprano
al dejar la secundaria
llevaba el alma cargada
de sueño a realizarlos.
Pero que podía hacer
un negrito de la Ceiba,
pues aunque mucho quisiera
tenía más por vencer.
Ahora miro el ayer
y pienso en mi locura,
sí con tan poca cultura,
sin nombre, sin apellido,
sin relaciones,
sin brillo, podría tocar altura.
Llegué hasta la capital
cargado de ilusiones,
comencé entre canciones
una forma de trabajar
así mismo a estudiar
y en ambiente diferente
al que viví con mi gente,
sin ninguna orientación
fui dejando el corazón
por caminos divergentes.
Me fui dejando atrapar
de la temida rutina
y perdí la perspectiva
y poco pude lograr,
aún no puedo olvidar
las cosas de esos días,
lo dura que era la vida,
lo que era un hombre solo
sin nadie y sin apoyo
había que vivir la vida
vivirla no importa como.
De nuevo he comenzado
a recorrer los caminos,
los que ya he recorrido
a hora con el legado
que el tiempo me ha dejado,
me miro en la experiencia
y hoy llevo la conciencia
con cuatro ojos mirando
para no perder las manos
y no extraviar las metas.
Trabajaba en el hostal
que es un hotel de turistas,
apareció una boricua
y me comenzó a enamorar
que me iba a llevar
con ella a Nueva York,
que allí estaría mejor
y enseguida me casé,
pero cuando allí llegué
la vaina era peor.
Ay Yolanda, cuantos amores
después de tu amor, mi vida,
cuantas caricias vividas,
cuanto placer y dolores,
cuantos sórdidos temores
de no hallar a quién me quiera
con tu alegría y tu luz
y tu sano corazón
que todavía en mí es canción
que llevo como mi cruz.
@victorsuarezCRD