Por Víctor Suárez.
La brillante luz de nuestra queridísima e insigne Consuelo Jiménez de López, profesora, maestra, madre y amiga, se apaga para irse a dar su brillo a otros mundos desconocidos.
Se marcha hoy, dejando cumplida la misión para la cual vino a este planeta y a nuestro pueblo.
La misión de servir, dar y formar, dignos hombres y mujeres para la vida, la convivencia y el futuro.
Digo que fue profesora, porque se entregó por completo a la enseñanza, apegada siempre a los programas curriculares, nos trató a cada uno, sin distinción y sin discriminación, trató, además cada día de dar lo mejor de ella, de sus conocimientos para todos.
Maestra, porque podía entender las necesidades de cada uno de nosotros, nuestros retos psicológicos y espirituales, en su mirada de mujer evolucionada, contemplaba tranquilamente nuestra alegría, nuestras pasiones y nuestra tristeza.
Madre, ella nos acogía en sus brazos y en su aura cada día en las mañanas y conocía, nuestros deseos de estar al lado de nuestras madres y ella con su cariño abnegado, llenaba aquellos vacíos de niños de diferentes comunidades del municipio.
La amiga, en la escuela ella era sumamente estricta, por eso tenía espacio en su casa para ser la amiga y no la maestra, era muy hermoso para mi, escuchar de sus labios de maestra decir, ellos son mis amiguitos del sexto grado de la escuela, con una confianza que nos hacía olvidar su rectitud en las clases.
Cincuenta años después todavía recuerdo, cada compañero, cada silla y los colores que cubrían las paredes, eso colores que eran matizados de la sonrisa suave y apacible de doña Consuelo.
Que el espíritu de Dios la acompañe y la llene de luz y todo el amor del Cristo y de nosotros, para llegar al lugar hermoso donde moran los seres buenos y de buena voluntad.
En nombre de todos mis compañeros, sus hijos de siempre, le decimos hasta luego querida doña Consuelo. Que el cielo abra sus puertas para recibir el alma de un ser excepcional.