Por Victor Suarez
poeta y cantautor dominicano
Hiere el alma,
el grito de auxilio
que aflora en la mirada fría y gris
de tu cuerpo serpentino
que yace tendido en este cause
de riberas mal olientes,
entregado como quien lleva
en su seno una enfermedad terminal,
afligido y triste, herido de muerte.
Las lilas tienden de verde el lecho,
queriendo proteger
tu fuente dadora de vida
de los depredadores humanos.
Duele la inconsciencia
y esta ignorancia asusta,
espanta la desidia
de aquellos que se beben la conciencia
en una botella de ron
bailando bachatas heridas
y merengues fusilados
en los batifondos
que pululan en tu margen.
Te extingue como una vela que se acaba,
lenta, pero inexorable,
languideciendo,
tristemente muriendo,
olvidado en un rincón de la ciudad.
Y aun así sigues tu paso de amor indescifrable,
queriendo entregar hasta la última gota de tu esencia.
El grito se siente en el olor que corre
y se abraza a los callejones
de los barrios que te circundan
y en las camas de los niños
que contaminados agonizan
y en la sonrisa de las muchachas
que venden sus senos a adolescentes
y es tan turbio su futuro como el tuyo.
Allí, donde confluyen el Ozama y el Isabela
en un abrazo infinito,
se eterniza el deseo de seguir
vertiendo por los siglos de los siglos la vida.
Quien se preocupará
por el destino de este coloso
moribundo que se niega a redimirse,
quien sacará de su vientre la huella inficiosa
y putrefacta de la indolencia,
quien sembrara de vida su cauce
y su ribera, quien puede ser
tan dominicano como el Ozama.
Víctor Suárez
eldiariodesantodomingo.com
@victorsuarezCRD