La Comisión encabezada por Nuncio papal propondría a Balaguer “un cese
al fuego y negociar una tregua” para salvar la vida de Los Palmeros.
POR RAFAEL MENDEZ
Personalidades del más alto nivel de representación social,
encabezados por monseñor Emmanuel Clarizio, nuncio apostólico de su
Santidad, el papa Pablo VI, buscaron temprano en la mañana del 12 de
enero del 1972 una reunión urgente con el entonces presidente Joaquín
Balaguer, antes de que arreciaba el desigual combate entre los cuatros
jóvenes integrantes del grupo Los Palmeros y las fuerzas militar y
policial que los tenían acorralados.
El grupo de personalidades encabezados por monseñor Clarizio, buscaba
“proponer un cese al fuego y negociar una tregua” al presidente
Balaguer, y de esa manera salvar la vida de los jóvenes, atrincherados
en una cueva del kilómetro 14 de la Autopista Las Américas, y quienes
estaban siendo perseguidos por el asalto el 8 de noviembre de 1971 al
Royal Bank of Canadá, del que supuestamente habrían sustraído 62 mil
dólares, y escaparon en un automóvil.
Se trataba de los jóvenes que integraron el grupo de guerrillero
urbano conocido como “Los Palmeros”, formado por Amaury Germán Aristy,
Virgilio Perdomo Pérez, Bienvenido Leal Prandy (La Chuta) y Ulises
Cerón Polanco, quienes servían de frente urbano al proyecto que
preparaba en cuba el coronel Francisco Alberto Caamaño deñó, líder de
la Revolución de Abril del 1965.
El 2 de diciembre del 1971, el entonces general Ney Nivar Seijas, jefe
de la Policía Nacional, emitió un comunicado en el que ofrecía una
recompensa por su captura, pero el 8 de noviembre del mismo año, el
cuerpo del orden había informado que el grupo de asaltantes de la
sucursal bancaria había sido liderado por el doctor Plinio Matos
Moquete, un abogado y cabeza del llamado Grupo Plinio, una facción del
Movimiento Popular Dominicano, una de las más importantes
organizaciones comunistas.
Balaguer da largas a la cita
Que el entonces presidente Balaguer jugó al tiempo para que
ejecutarán a Los Palmeros”, resulta fácil inferir del relato y la
interpretación de “los extraordinarios acontecimientos del 12 de enero
de 1972”, bajo el título “la lucha a tiros en una carrera de costa”
que hace el agregado militar de los Estados Unidos en la República
Dominicana, Brian J. Bosch, en su libro “Balaguer y los militares
dominicanos”, y que tiene como subtítulo “una dividida jerarquía de
oficiales durante las décadas de los años sesenta y setenta”.
En esta obra, de acuerdo al editor Bernardo Vega, “el agregado militar
de la embajada norteamericana en Santo Domingo, entre 1971 y 1973,
narra lo que vio y reportó sobre la injerencia de los militares
dominicanos en la política local durante los 12 años de (1966-1978)
del gobierno de Joaquín Balaguer, dándole gran crédito por haber sido
el titiritero a quien los militares nunca dejaron de responder, con un
control absoluto sobre los mismos, moviéndolos de sus cargos con
frecuencia”.
“El Nuncio Papal había solicitado una reunión con el Presidente la
mañana del día 12. El y una comisión tenían planeado proponer un cese
al fuego y negociar una tregua”, con lo que se buscaba salvar la vida
de los muchachos, en el entendido que de otro manera preferirían
inmolarse con las armas en las manos, porque como había escrito Amaury
German Aristy “lo que importa no es el número de armas en las manos,
sino el número de estrellas en la frente”.
Muy a pesar de la insistencia por verse con el mandatario, éste
“pospuso la reunión hasta la tarde”, cuando se supondría que el
encuentro no sería necesario porque a esa hora ya los revolucionarios
habrían sido abatidos en medio de la más desmesurada movilización
armamentística, militar y policial para combatir con cuatro hombres,
por lo que lo más importante era “proporcionarle a Nivar el tiempo
adicional necesario para terminar las operaciones”.