Por Emilia Santos Frias
¿Cuál es el valor del agua?, ¿por qué tenemos sequía?, pueden ser algunas interrogantes que nos invaden y traen desazón, ante la situación que vive la humanidad en la actualidad, debido al cambio climático, acciones irresponsables y hasta criminales de las personas pobladoras del globo terráqueo, sean estas por inobservancias, descuido o adrede, máxime en nuestra media hermosa isla.
Por eso, mantenernos firmes en la guarda y conservación del bien llamado líquido vital: el agua, es un compromiso obligatorio de toda persona que, a la vez de cumplir sus deberes cívicos, procura el disfrute colectivo de derechos fundamentales, humanos y medioambientales, como este también interés social de la comunidad.
Recordemos que garantizar la sostenibilidad del medio ambiente, es una meta esencial de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Contribuir a alcanzarlo es una responsabilidad de todos los habitantes del mundo.
Sin lugar a duda, es responsabilidad de la conciencia ciudadana combatir la irresponsabilidad y el malgasto de este recurso natural. Es decir, que además de racionar el agua, es imperioso, enérgico y ágil resguardarla, por tanto, hay que rechazar su malgasto.
Ante esta precisión, la justicia debe ser más drástica con quienes depredan nuestras cordilleras, incendian los bosques, queman basura, talan de forma indiscriminada nuestros arbustos, producen incendios en vertederos, desbastan Las Dunas de Baní; crean escasez de agua y alimento para el consumo humano, animal y vegetal. Torpedean nuestros arroyos, ríos, lagos y mares.
Como bien acentúa el papa Francisco: “El agua no puede ser objeto de derroche, abuso o motivo de guerra”. Es sabido que la humanidad intuye que la próxima pugna mundial, que esperamos nunca ocurra, no será por petróleo, diamantes u oro, sino por este importante líquido vital.
Por eso es apremiante que hagamos conciencia de la importancia que reviste el derecho al medio ambiente sano, consagrado por nuestra Carta Magna en su artículo 67 de la Constitución, su custodia y conservación para el bienestar humano. Esto se traduce en que, en su relación con la naturaleza, el ser humano debe preservar y proteger el medio ambiente, en interés de conservarlo libre de contaminación.
un compromiso de todos los habitantes del planeta, porque mantener el medioambiente sano es garantía de salud. Asimismo, la República Dominicana cuenta con la Ley 64-00 sobre Medioambiente y Recursos Naturales y es signataria de diversos tratados internacionales que procuran la protección de la biodiversidad.
Toda persona tiene el derecho tanto de modo individual como colectivo, al uso y goce sostenible de los recursos; a habitar en un ambiente sano, ecológicamente equilibrado y adecuado para el desarrollo y preservación de las distintas formas de vida; especies autóctonas, endémicas, foránea o exótica y en peligro de extinción, entre otros.
Asimismo, áreas protegidas, entre ellas, parques nacionales, lagos, saltos de agua, reservas científicas, monumentos, especie animal y vegetal… “El agua constituye patrimonio nacional estratégico de uso público, inalienable, imprescriptible, inembargable y esencial para la vida. El consumo humano del agua tiene prioridad sobre cualquier otro uso”.
Pero para tener agua es necesario ser enérgicos al combatir la extracción de arena y grava de nuestros ríos, así como otras acciones prohibidas por las leyes 123-71, 64-00 y las resoluciones 16-2007, 016-2008 y 0015-2017 del Ministerio Medio Ambiente, porque contribuyen a destruir nuestras cuencas hidrográficas, beneficiando generalmente a la industria de la construcción, creando problemáticas como pérdida del canal natural de algunos ríos.
Además, accionar para la preservación de todas las lomas del país, como Miranda, para que estas nunca sean objeto de la minería en ninguna de sus partes, sino, que sean conservadas, para la protección conjuntamente de los ríos y las familias que habitan estas montañas; las especies de plantas vasculares, es decir, que tienen una anatomía única, que no existe en otros organismos del reino vegetal; las endémicas, nativas, naturalizadas e introducidas y amenazadas.
Para tener agua en esta nación, también es preciso cuidar nuestros enclaves biológicos de conservación de la biodiversidad; refugio de diversos grupos de la fauna; especies de anfibios; especies endémicas y de categoría amenazada; reptiles, nativos e introducidos. Además, las aves residentes, así como las 306 especies endémicas de la Isla Española.
Vigilaren alianza con otras instituciones, para que las multinacionales mineras, establecidas en el país, solo puedan acceder a explotar la zona boscosa que le fue permitida y que esta observe niveles mínimos de contaminación
Debiendo comprometerse con la rehabilitación ambiental del lugar impacto causado, y abstenerse de contaminar con su acción las aguas. Al tiempo de dar cumplimento a su responsabilidad social, una deuda con las comunidades impactadas
Todas y todos debemos en conjunto: instituciones, grupos ambientalistas, el Consejo Nacional para el Cambio Climático, la Academia de Ciencias, ministerios y otros actores, velar para que las industrias respeten la promesa de mantener niveles mínimos de contaminación, debiendo absorber o reducir contaminantes como gases, humareda, lluvia ácida o smog, cenizas; mercurio, boro, azufre y arsénico del medioambiente. Al tiempo que, reviertan cualquier daño ambiental producido con su accionar.
Como han precisado los pensadores: “miles de personas han sobrevivido sin amor, ninguna sin agua”, porque “el agua es la fuerza motriz de toda la naturaleza”.
Hasta la próxima entrega.
La autora reside en Santo Domingo
Es educadora, periodista, abogada y locutora.