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Por: Homero Luciano
Al día de hoy se tienen registros de que unos 111 países y territorios poseen disposiciones o legislaciones que les permiten a sus ciudadanos migrantes ejercer el sufragio para elegir sus gobernantes, no importando el país donde estos ciudadanos hayan fijado su residencia.
En este breve apunte sobre el voto ausente o del exterior, nos permitimos dar una ojeada rápida a este proceso (“Transnacional”) de participación política del emigrante, que sin dudas los involucra y conecta con su país de origen.
¿Dónde y cuándo se originó el voto ausente o del exterior?
Una de las versiones más socorrida en este sentido, ha sido la sustentada por el consultor e historiador Andrew Ellis, que nos señala que esta extensión de “derechos políticos a los ciudadanos emigrantes”, la impulsó el emperador romano Augusto, con la finalidad “política” de que los miembros de las 28 colonias del Senado (establecidas para entonces), votaran por los candidatos a cargos públicos de la ciudad de Roma, enviando los sufragios a vuelta de correo, debidamente apostillados para su posterior verificación y escrutinio .- (“Historia y política del voto en el extranjero- El manual de IDEA”)
Ellis, en su interesante trabajo afirma además, que en américa, los primeros registros sobre el voto “ausente” datan de mediados del siglo XIX cuando en Wisconsin (1862) estado de la unión americana se aprobaron disposiciones contentivas en permitir esta modalidad de sufragio a los soldados que participaban en la Guerra Civil con el ejército de la Unión. Esta iniciativa fue impulsada por los republicanos, porque entendían que los soldados involucrados en la guerra apoyarían con su voto al presidente republicano Abraham Lincoln, en el entendido que los demócratas en su mayoría simpatizaban con los movimientos pacifistas.
Ya para finales del siglo XIX (1890) en Nueva Zelandia se introdujo el voto en el extranjero para permitirles a los marineros, cuyas embarcaciones atracaban allende los mares, pudieran ejercer el derecho a votar. También en Australia, para principios del siglo XX (1902) por semejantes situaciones, se estableció el voto ausente.
Durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) es que en cierta medida se expandió por Europa la modalidad del voto ausente. En el Reino Unido se demandó políticamente dar voz a quienes peleaban en la guerra, y esto motivó que en 1918 se aprobara un mecanismo que permitía al personal militar ausente del país votar por medio de apoderados (voto por delegación de poder). Así también se sumó Canadá (1915), Francia en 1924, y Reino Unido lo introdujo en 1945, todas estas, bajo modalidad postal.
Con la globalización, nos llegó de todo. Claro está, el aspecto político no fue la excepción, y la migración latina no estuvo al margen de este proceso. Ya para 1961 Colombia había implementado el voto ausente, y Brasil para el año de 1965 instituyó en su legislación electoral las disposiciones que les permitía a su diáspora votar fuera de su territorio; sumándose más adelante en la década de los años noventa Argentina (1993), y así se expandió esta modalidad por toda américa y el mundo.
La Diáspora dominicana (que es el centro de interés del presente apunte), logró mediante la reforma constitucional del año 1996 montarse en esa ola, y para las elecciones presidenciales del 16 de mayo del 2004 se cristalizó la aspiración de poder ejercer el sufragio. La nueva reforma constitucional del año 2010, aumentó los derechos políticos de la diáspora dominicana, permitiéndoles elegir representantes por ante la Cámara de Diputados, logrando de este modo tener sus propios voceros ante el congreso nacional.
Prominentes dirigentes de la diáspora dominicana avizoran que para las elecciones del año 2024 el padrón de electores de los dominicanos del exterior pudiera alcanzar un registro aproximado a un millón de electores, que si todos los actores vinculantes al proceso se emplean a fondo, para motivar e incentivar ejercer el voto, la diáspora puede definir la suerte de quién será el próximo presidente de la Republica Dominicana.