Alfredo Cruz Polanco (alfredocruzpolanco@gmail.com)
Con gran preocupación y pesar hemos observado que en los últimos años, varias asignaturas, técnicas y métodos de nuestro sistema educativo, que han aportado excelentes resultados a la educación pública y privada, han sido eliminados del currículo escolar.
Nuestro país atraviesa por un momento estelar con una gran inversión de valores morales. Aun así se tomó la nefasta, inconcebible e inexplicable decisión de sacar del currículo escolar la Moral y Cívica, decisión que ha contribuido en gran medida a aumentar dicha inversión de valores y principios éticos en nuestra sociedad.
También se han dejado de impartir las lecturas (oral y comprensiva) y la expresión oral; la narrativa y la redacción; la caligrafía, el dictado, entre otras, indispensables para retener lo escuchado, redactar ideas, eliminar el miedo escénico, adquirir una buena dicción y ortografía. Esto se refleja en el bajo nivel formativo de una gran parte de nuestros niños, jóvenes y adultos, los cuales en su mayoría, se comunican entre sí a través de las redes sociales (wasap, twiter, facebook, instagram, etc.), transmitiendo sus ideas tal como las expresan, en un lenguaje totalmente descompuesto.
Lamentablemente, esto ha tenido mucho que ver también con las bajas calificaciones obtenidas por nuestro país cuando el Programa Internacional de Evaluación de los Alumnos (PISA), apéndice de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), realiza pruebas aleatorias para evaluar la formación de los alumnos en matemáticas, ciencias y lectura, cuando llegan al final de la etapa de la enseñanza obligatoria.
Estas técnicas educativas deben ser también retomadas, pues son indispensables para el desarrollo profesional e intelectual, hoy que países muy desarrollados, como Japón, la han catalogado como básicas. Entonces, ¿por qué abandonar lo que nos ha dado tan buenos resultados?
Parte de estas técnicas las aprendimos en los primeros años de la primaria, en una pequeña y rudimentaria escuela de piso de tierra, de madera de palmas y techada de canas, en un campo de Santiago de Los Caballeros. Allí me enseñaron, además del Himno Nacional, el de Duarte, Sánchez, Mella, el de Las Madres, de la autoría de la insigne vegana Trina de Moya, esposa del expresidente de la República Horacio Vásquez, así como el respeto a los valores y símbolos patrios y muchos buenos modales, indispensables para convivir en una sociedad tan heterogénea.
Con esto se confirma que la verdadera formación escolar no solo se obtiene en escuelas con grandes edificaciones, sino, en aquellas que cuentan con verdaderos maestros, como los que tuvimos en nuestra infancia. Ojalá que los responsables de evaluar y velar por el fortalecimiento del sistema educativo de nuestro país, tomen conciencia de ello.
Con mucha alegría celebro la atinada decisión del Ministro de Educación, licenciado Roberto Fulcar, de que ese ministerio retomará la enseñanza de la Moral y Cívica, pues desde que la misma fue sacada de nuestro sistema educativo, en nuestro país ha aumentado el irrespeto: a las leyes y a la Constitución de la República, al patrimonio y a los recursos públicos, a los valores y símbolos patrios, al medio ambiente y a los recursos naturales, a la aplicación de una justicia correcta; ha aumentado la inseguridad ciudadana, los actos de corrupción pública y privada, en fin, la delincuencia en sentido general.
También, dicho ministro ha ordenado que el estudiante que no se aprenda el himno nacional completo, no podrá graduarse de bachiller. Es posible que los estudiantes no sean los verdaderos culpables, sino, los que están en el deber y en la obligación de enseñarlo.
Concluyo con esta frase lapidaria del famoso filósofo y matemático griego Pitágoras de Samos: “Educa a los niños y no será necesario castigar a los hombres.”. Que así sea.
El autor es Contador Público Autorizado
Máster en Relaciones Internacionales
Ex Diputado al Congreso Nacional